Capítulo 58.

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Harry Styles

Después de comer en mi casa tumbado en el sofá y de haber descansado de nuestro viaje agotador, fui a darme una ducha. Me tomé mi tiempo, dejando que el agua relajara los músculos de mi espalda y una vez listo, salí de la ducha enrollándome una toalla a la cintura. Me dirigí a mi habitación para elegir la ropa que me pondría. Al final, unos pantalones pitillo negro, una camisa verde a cuadros y mis inseparables botas. Me dejé el pelo echado todo para atrás y, tras echarme un poco de colonia, cogí las llaves, guardé la cartera en el bolsillo trasero, las llaves del coche y salí de casa. Conduje cantando alguna que otra canción que salía en la radio hasta llegar a la casa de mi chica. Teníamos una apuesta pendiente de resolver. Aparqué lo más cerca que pude y llegué hasta la puerta. Llamé al timbre, rezando porque no tardaran mucho en abrir y así reducir las posibilidades de que alguna fan me reconociera.

—Vaya, Harry, ¡qué sorpresa! —exclamó la madre de Gin nada más abrir la puerta.

—Buenas tardes, señora Bennet —saludé educadamente. Ahora era cuando venía un "nada de señora, por favor" de su parte.

—Ya te he dicho que puedes llamarme Amber y dejarte de formalidades.

—Está bien, Amber. ¿Está Gin?

—En su habitación, creo que haciendo deberes del instituto —informó—. Pasa, ya sabes el camino.

Me adentré en la casa y subí las escaleras de dos en dos. Caminé unos pasos por el pasillo superior y me situé frente a la segunda puerta de la derecha. Llamé un par de veces con los nudillos y la abrí despacio.

—Mamá, te he dicho que no quería nada de merendar —ella estaba sentada en la silla, concentrada en los apuntes que tenía sobre el escritorio. Sonreí.

—No soy mamá —aclaré haciendo que girara la silla para encontrarse conmigo. Su expresión de sorpresa me hizo reír—. ¿Tienes unos minutos para tu novio o los apuntes son una mejor opción? —casi no me dio tiempo a terminar aquella frase cuando ya la tenía sobre mí, abrazándome. Seguidamente, y sin darme tiempo a decir nada más, sus labios estaban sobre los míos.

— ¿Cuándo has vuelto? ¿Y porqué yo no sabía que volvíais hoy?

—Esta mañana. Era una sorpresa.

— ¿Esta mañana? —colocó sus brazos sobre sus caderas— ¿Y vienes a verme ahora? —frunció el ceño y sonreí ampliamente.

—En mi defensa diré que estabas en clase —me excusé—. Además, tenía que descansar un poco. No podía dejar que me vieras con cara de zombie —ella rió y volvió a abrazarme—. Te he echado de menos —murmuré.

—No te haces una idea de cuánto —besé su cabeza y dejé que me arrastrara de la mano hacia el interior de su habitación.

—Sabes que tu madre está abajo, ¿verdad? —bromeé sentándome en la cama y atrapándola, colocando mis brazos alrededor de su cintura. Ella rió.

—Eres un malpensado —me regañó.

— ¿Tienes mucho que estudiar?

— ¿Por qué? ¿Tienes algo planeado? —sonreí de lado, pícaro.

—Me debes una apuesta, ¿recuerdas? —expliqué. Asintió— Podríamos ir a mi casa y me cocinas esa cena.

—Dame unos minutos. Recojo esto, me cambio y nos vamos.

—Te espero abajo entonces —besó mis labios una vez más y la dejé sola.

En cuanto estuvo lista, nos despedimos de su madre y nos subimos al coche para ir hasta mi casa. Cuando llegamos, nos acomodamos en el sofá. Aún no era tiempo de ponerse a cenar por lo que decidimos dedicarnos a ponernos al día, hablando de nuestras cosas.

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