Capítulo 69.

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Amanda Turner

— ¿De qué? ¿Es que acaso ha decidido dejar de ser un hombre de las cavernas? —le pregunté a mi madre con la ironía tiñendo mi voz.

—Solo ha dicho que cuando llegaras, subieras a verle.

—Genial —murmuré.

Subí con miedo las escaleras. Pasé por mi habitación para dejar el bolso que me había llevado, dejé tiradas por el suelo las converse que me había puesto y crucé el pasillo para llegar al despacho. Me posicioné frente a la puerta y justo cuando me disponía a llamar, vi a mi hermano que se me quedaba mirando con una cara que preguntaba qué sucedía. Me encogí de hombros y le hice una señal de que más tarde se lo contaría a la que él asintió. Llamé a la puerta un par de veces con los nudillos.

—Adelante —abrí la puerta y me asomé, no queriendo entrar.

—Me ha dicho mamá que querías hablar conmigo.

—Sí. Pasa y siéntate —Ag, odiaba cuando se comportaba como si yo fuera cualquiera de sus clientes.

— ¿Y bien? —pregunté removiéndome incómoda sobre la silla.

—Esta mañana ha llegado esto para ti —me tendió un sobre que ya estaba abierto—. No me habías contado que querías ser fotógrafa —debí palidecer al instante. Otro problema más no, gracias.

—Nunca te has parado a preguntarme qué quería ser. Además, tampoco creo que me dejes serlo, ¿no? —saqué el papel que había dentro.

Era una carta en la que nada más y nada menos que la revista Glamour me ofrecía un puesto entre sus filas. Alababan mi trabajo, diciéndome que las fotos que había hecho a One Direction hacía unos meses eran muy buenas y que tendría que ponerme en contacto con ellos para recibir un curso de fotografía profesional y luego empezaría desde abajo, haciendo pequeños reportajes para la revista. Iba a preguntarme cómo les habrían llegado mis fotos y en seguida, caí en lo que Harry me había dicho aquella misma mañana. Había sido él.

—Parece una oferta tentadora —habló, interrumpiendo mi ensimismamiento con la noticia.

—Lo es. Pero da igual. Sé que no me dejarás aceptarla —dije resignada, mirándole seria.

—Tienes una idea muy mala de mí, hija. Crees que vivo solamente para fastidiarte y estás equivocada. Sabes que solo quiero lo mejor para ti. Siempre —rodé los ojos. Ese rollo ya me lo sabía—. Así que para que veas que no soy tan malo como piensas, te voy a dar a elegir.

— ¿Elegir? ¿El qué? —pregunté con el ceño fruncido.

—Te doy la opción de aceptar que sigas tu sueño y te conviertas en fotógrafa siempre y cuando te olvides de ese chico —iba a protestar pero me hizo una seña con la mano para que le dejara seguir—. O seguir saliendo con el cantante, quedarte con la fotografía como hobbie y seguir los pasos de tu hermano respecto a la carrera universitaria. No se puede tener todo en esta vida, cielo, así que, tú elijes. Es tu decisión —no daba crédito a sus palabras—. Te doy un día para que lo pienses bien.

—No hay nada que pensar, papá. Sé lo que quiero.

*

— ¿Entonces vendrás a la fiesta? —me preguntó mi amigo del pelo rizado por teléfono. Sí, había recuperado mi móvil.

—Sí, sí, allí estaré. Pero recuerda: nada de meter la pata y decirle a Louis que voy, que nos conocemos, Harold.

— ¿Por quién me tomas, pequeñaja? —se quejó y reí.

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