Capítulo 35.

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Niall Horan

Nos despedimos del resto en cuanto terminamos de comer el postre y, tras dejar nuestra parte correspondiente a lo que habíamos tomado —por supuesto no le permití a ella pagar lo suyo—, salimos del restaurante para poner rumbo a la oficina en la que el padre de Lucy trabajaba. Caminamos a un ritmo algo lento por las calles de Los Ángeles unidos por una de nuestras manos mientras charlábamos de cualquier tontería que se nos venía a la cabeza.

—Creo que es aquí —anunció en cuanto nos posicionamos frente a uno de los edificios más altos de la ciudad.

—Pues vamos —la animé a entrar.

Nos metimos en el edificio a través de una de esas puertas giratorias con cristaleras y nos dirigimos a una señorita trajeada que se encontraba detrás de un gran mostrador.

—Buenas tardes —saludó amablemente—. ¿En qué puedo ayudarles?

—Venía a ver al señor Austen. Es mi padre —añadió antes de que aquella chica nos dijera que no podíamos pasar.

—Oh, claro. Un momento —esbozó una sonrisa, tecleó un par de números en el teléfono y mantuvo una brevísima conversación—. Pueden pasar. Planta número dieciséis. Es el despacho que tiene la puerta abierta —nos indicó.

—Gracias —dijimos prácticamente a la vez y fuimos en busca del ascensor.

—Ni siquiera me has dicho aún cómo se llama tu padre —comenté mientras el aparato nos llevaba al piso deseado.

—Bruce. Vamos —besó cortamente mis labios antes de que el ascensor abriera sus puertas.

Nuevamente, agarrados de la mano, recorrimos el pasillo durante unos segundos para llegar al despacho con la puerta abierta. Asomó la cabeza para entrar antes que yo y tocó un par de veces con los nudillos en la puerta.

— ¿Se puede? —preguntó sonriendo.

— ¡¿Lucy?! ¡¿Pero qué haces aquí?! —exclamó una voz masculina con entusiasmo y, segundos después, aquel hombre ya estaba abrazando a Lucy que previamente había soltado mi mano— ¡Menuda sorpresa me has dado, pequeña!

—Te echaba de menos, papá —aseguró ella mientras se refugiaba en los brazos de su padre que, físicamente, era muy parecido a mi novia. Mientras, yo contemplaba feliz la escena, apoyado en el marco de la puerta—. Casi lo olvido. Quería presentarte a alguien, papá —pronunció las palabras mágicas. Bien, Niall, ¡allá vamos! Se acercó a mí y me dedicó una preciosa sonrisa—. Papá, él es Niall, mi novio. Nialler, mi padre —hizo las presentaciones y en seguida le tendí la mano a su padre.

—Encantado.

—O sea, que este señorito es el culpable de que te quedarás en Londres, ¿no? —preguntó después de estrecharme la mano, algo serio lo que hizo que me asustara un poco.

—En parte sí —respondió ella. Su padre sonrió, tranquilizándonos creo tanto a ella como a mí.

—En parte y en todo. Pero sabes que no me importó que te quedaras. Te echo mucho de menos, por supuesto, pero ya eres mayorcita como para decidir qué hacer con tu vida. ¿Os parece si vamos a tomar algo y charlamos un rato? —propuso.

—Claro —contestamos otra vez a la vez y nos echamos a reír.

El señor Austen cerró la puerta de su despacho con llave y nos indicó el camino a lo largo del pasillo hasta el ascensor que habíamos cogido antes. Bajamos tan solo un par de plantas y nos llevó hasta una cafetería. Nos preguntó qué queríamos de beber y fue a pedirlo a la barra. Volvió para sentarse frente a mí, en la mesa que habíamos elegido y unos minutos después, una camarera nos trajo lo que habíamos pedido.

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