u n o.

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Sunhee caminó con cuidado de no tropezarse con algún charco de agua. Había llovido a cántaros aquella tarde y el pavimento se encontraba completamente mojado debido a eso.

La chica le estaba dando los últimos retoques al dibujo que le había llevado semanas plasmar en una simple hoja de papel. Y, al terminarlo, se sintió más que orgullosa al notar que había quedado justo como esperaba; después de todo, tanto esfuerzo debía tener frutos.

Observó la hoja de papel por unos segundos y no pudo evitar que una sonrisa de satisfacción se escapara de sus labios. Adoraba dibujar y, si por ella fuese, estaría las veinticuatro horas del día haciéndolo sin quejarse siquiera.

Un grupo de chicos pasaron apresurados cerca de la pelinegra, parecía que estaban bromeando entre sí ya que soltaban carcajadas a cada segundo.

No les prestó mucha atención, a la chica no le importaba qué estuviesen haciendo los demás con tal de que eso no le afectara a ella. Le importaba más observar lo que estaba en sus manos.

Y aquello sólo provocaba que fuese más descuidada de lo normal.

Uno de los chicos de aquel grupo comenzó a reír exageradamente y, en un mal movimiento,  empujó a Sunhee con brusquedad. 

Ella fue muy lenta al momento de reaccionar.

El cuaderno se resbaló de sus manos y cayó al suelo mojado en un dos por tres. Pudo sentir como su corazón se detenía por un segundo al ver todo en cámara lenta.

Sin pensarlo mucho, se agachó con rapidez a recogerlo. 

Le rogaba a todo lo conocido que aquel dibujo no se haya arruinado, por lo cual lo levanto con temor y contrajo su cara al levantarlo del todo. La tinta de los marcadores comenzaba a correrse, estropeando todo el trabajo que había costado dibujar aquello.

Sus ojos comenzaron a aguarse y que su pecho comenzaba a doler. Se había esforzado mucho y todo el esfuerzo se había ido al caño en tan sólo segundos; sólo por no tener más cuidado.

—Oh, lo siento—se disculpó el chico. Ella sentía como la ira iba creciendo dentro de su cuerpo al oír la desinteresada disculpa que le brindó.

—Pudiste tener más cuidado—trató de aguantar las lágrimas.

—Tú eres la que estaba estorbando en el camino—Sunhee apretó sus labios para evitar que una grosería escapara de estos y observó como el chico volvía a su grupo de amigos.

Pensó que si el chico se hubiese preocupado por lo menos al haber estropeado el dibujo, ella no estaría tan enojada; pero claramente lo que menos mostró fue preocupación o siquiera un pizca de interés.

Limpió sus lágrimas, aunque fue en vano ya más lágrimas volvieron a mojar sus sonrosadas mejillas y, con la cabeza gacha, salió del instituto.

Comenzó a caminar hacia la estación del metro mientras pateaba con desespero piedras que habían en el asfalto. Y, de vez en cuando, soltaba gritos cortos a la nada, sólo para calmar el enojo y la impotencia.

Se sentía mal. Tal vez alguien podría pensar que era una dramática, pero le había tomado tanto esfuerzo el hacer aquel dibujo que simplemente no podía evitar llorar al saber que se había estropeado, y más por lo que ella decía que era su culpa.

Debí guardar el cuaderno antes de salir.

Ese pensamiento rondó en todo momento por su cabeza, haciéndola sentir peor de lo que ya se sentía.

Mientras caminaba, comenzó a jugar con las mangas de su suéter para tratar de calmarse; aunque se le hacía difícil. Tenía ganas de golpear a alguien.

Al llegar a su destino, las personas la miraban extrañadas y con curiosidad, como si quisieran saber la razón por la cual la chica lloraba.

Suspiró pesadamente al recibir tanta atención, y trató de ignorar las miradas mientras secada su rostro con las mangas del suéter.

Sólo quería llegar a casa, dormir y tratar de olvidar lo que había pasado. Tal vez, con un poco de dedicación, podría rehacer el dibujo y, sólo quizás, quedaría tan parecido como el original. Pero prefería simplemente pensar en otra cosa por el momento.

Luego de unos minutos, por fin llegó el metro en donde se iría. La pequeña chica se acercó con cuidado y como pudo entró entre las personas que habían ahí.

El lugar no estaba lleno, a decir verdad, sólo habían unos cuantos estudiantes, todos notablemente cansados y fastidiados; excepto uno.

Su estatura era baja, pero a comparación de la de ella estaba bien. Tenía el cabello negro y le sonreía cálidamente a otro chico, mientras hablaban entre sí.

Lo primero que ella pensó fue que la sonrisa del chico era linda.

Sunhee observó su reflejo en uno de los vidrios, y pudo notar que sus ojos estaban un poco hinchados y su nariz, junto a sus mejillas, tenían un color similar al de un tomate.

Bufó recordando aquello que la había hecho llorar. No era alguien que lloraba con facilidad, cuando lo hacía, no paraba de sentirse estúpida.

Volvió a observar a esos dos chicos para tratar de distraerse. Y al mismo tiempo, el de menor estatura también la miró.

Él abrió un poco los ojos, como si estuviera sorprendido. Después de todo el aspecto de la chica era realmente deprimente, pero aún así él le sonrió con amabilidad como si tratara de hacerla sentir mejor.

Ella sólo pudo hacer una mueca, lo más parecida a una sonrisa, y desvió la mirada hacia otro lado. Ahora, a parte de sentirte triste, se sentía avergonzada.

El metro se detuvo en una de las paradas mas aún así ella no se movió ni un milímetro de su asiento.

Volvió a mirar a esos dos chicos, y el chico que le había sonreído la miró una última vez antes de salir.

Observó al chico sin despegar su mirada ni un sólo segundo, hasta que las puertas se cerraron. Parpadeó unas cuantas veces y dirigió su mirada al suelo con el ceño algo fruncido.

¿Acaso había visto algo caer de su mochila?

Miró a su alrededor, esperando a que alguien tomase aquel objeto y así no sentir la pizca de curiosidad por tomarlo, pero las personas al parecer no se habían dado cuenta de que aquello había caído al suelo.

Después de soltar un largo suspiro, se impulsó con sus dos manos para levantarse y, muy lentamente, se acercó.

Bajó su mirada y, al analizarlo, se dio cuenta de que era una tarjeta de identificación estudiantil.

Soltó un suspiro. No quería ni imaginarse lo descuidado que era el chico, ya que ni siquiera debió preocuparse en guardar bien su identificación estudiantil para que así ésta no se cayera o saliera de la mochila.

Cuestionándose unas cuantas veces, llegó a la conclusión de que si eso le pasara a ella, esperaría que alguien se la devolviera; así que se agacho y la tomó no muy convencida. 

Definitivamente, le pertenecía al chico que había visto antes.

—Park Jimin—leyó el nombre que estaba en la tarjeta en voz baja, para que sólo ella misma fuera capaz de escuchar.

También observó a que instituto iba. Quedaba no muy lejos al instituto en el que asistía ella.

Suspiró pesadamente y se levantó mientras inflaba sus mejillas.

Debía devolverle su identificación.



Subway↠p.jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora