Capítulo 4

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Keith no podía parar de burlarse de su amigo cuando Mary y Laila se levantaron de la mesa para dirigirse a los baños.

—Amor... Dime qué te gusta mi cabello...— Keith fingió la voz aguda de Mary, para después volver a reír. Sus ojos le lagrimeaban, después de unos segundos Drew tampoco pudo evitar soltar una carcajada.

—Amigo, no se como la aguantas.

—No lo hago.

Drew decía la verdad, no soportaba mucho tiempo a Mary, y ella tampoco lo aguantaba a él, su relación era un estira y afloja cada día.

No tardaron mucho en salir del lugar, Mary y Laila se fueron a su clase, en cambió Keith tuvo que regresar a su casa debido a que su hermana se había enfermado otra vez, por lo que Drew se quedó solo.

Él chico tenía Filosofía, la clase que más odiaba.
Se le pasó lenta y torturosamente, ni siquiera sabía el nombre del maestro.

Cuando por fin la clase termino, guardo sus cosas rápidamente para dirigirse a la salida.

—Señor Andrew...— Rayos. Pensó, el maestro estaba recargado en su escritorio, sus lentes sobre su nariz y un saco café algo desgastado.

Drew lo miro espectante, sus dedos jugaban dentro de sus bolsillos.

—Esta consiente de los resultados de sus exámenes ¿Cierto?

—Claro profesor...

—¿Qué piensa hacer al respecto?

El muchacho empezo a jugar con su cabello. No sabía que responder. Obviamente no haría nada al respecto.

El maestro bufo indignado.

—Andrew... El director me ha pedido que tome medidas en cuanto a su actitud... Usted es bueno con los números ¿cierto?

Él asintió, desde pequeño había sido un genio con las matemáticas, en cambió, las letras nunca se le daban.

—Tendras una tutora en mi clase, pero así como ella te ayudará, tú le tendrás que regresar el favor con trigonometría.

¿Qué? Él no podía dar clases, ni siquiera tenía tiempo.

Soltó un suspiro lleno de cansancio.

—¿No hay otra manera?

—No, el director ha decidido que sea de esta forma.

De nuevo ese sonido lleno de exasperación salió de los labios del chico, pasó sus dedos por su cabello mientras miraba fijamente a su profesor.

—¿Quién es la chica?— tenía la esperanza, de que si alguien le ayudaría, por lo menos pudieran pasar un buen rato, incluso podrían seguir estudiando en su casa, era un increíble idea.

El profesor lo miro con reprobación y no era para menos, el adolescente había usado un tono bulgar para decir eso.

—Profesor Martínez, me dijeron que me estaba buscando...

Drew se sorprendió al escuchar esa voz. La pelirroja estaba justo detrás de él, su cabello se veía aún más revuelto que en la mañana, sus mejillas estaban sonrojadas y su nariz igual.

—Hola Olivia, te busque en la mañana pero me dijeron que habías llegado tarde— el profesor saludo muy amable, algo completamente desconocido para Drew —Como siempre.

Olivia y él Señor Martínez empezaron a reír. Drew se sintió excluido, como un entrometido.
Su corazón dió un vuelco al escuchar la risa de la chica, era divertida, de esas pegajosas que hacen reír a los demás, se vio enredado por su encanto, y la sonrisa en sus labios era apenas perceptible, pero ahí estaba.

—Ya estoy aquí.

Como si no la estuviera viendo"
Pensó el chico mientras rodaba los ojos.

—Me imagino que conoces a Andrew...— Drew bufo al escuchar que lo volvía a llamar por su nombre completo, pero no dijo nada.

Olivia asintió con su cabeza, sus ojos café oscuro estaban clavados en el señor Martínez y su mano derecha jugaba con las puntas de su cabello.

—Estoy enterado de la situación que tienes con el Profesor Gonzalo, el de trigonometría...

La pelirroja soltó un bufido, casi imperceptible, pero Drew la miraba fijamente y fue consiente de su gesto.

—Bueno... Olivia, te presento a tu nuevo tutor— señalo al chico que estaba al lado de ella.—Drew aquí está tu tutora de filosofía.

~*~

Después de que salieran de la cafetería el celular de Keith vibró con un nuevo mensaje.

Hijo, Sofía esta mala denuevo, ¿Podrías quedarte con ella en casa?  Tengo que ir a trabajar.

La foto de su madre y su hermana adornaban el fondo de su celular.

Se despidió de su mejor amigo para ir a por su auto.

Su hermana Sofía tenía 8 años era tan pequeña y frágil, era la debilidad del muchacho.

Su papel de hermano mayor se había convertido a casi padre desde que su hermana nació y su padre se fue.

Hace más de un año a Sofía le diagnosticaron una deficiencia de oxígeno en la sangre, por lo que ahora tenía que tener mucho más cuidados de lo normal, su hermana tenía anemia.

Keith bajo de su auto para entrar a su casa.

Era un lugar muy grande, su madre tenía que trabajar horas extras para poder mantenerlos, y a pesar de que Keith trabajaba, los medicamentos de Sofía no eran baratos.

Paso la llave por la cerradura para abrirla, la sala estaba sola y la tele apagada. El chico suspiro, si su hermana no estaba ahí, significaba que estaba acostada.

Dejo sus cosas en la mesa y camino hacia la puerta rosa que estaba en el pasillo.

Entro sin pedir permiso.

Su hermanita estaba acurrucada en su cama, con varias colchas sobre ella.
Se veía pálida, delgada, triste.

Keith no soportaba verla de esa manera, le dolía el alma, hubiera preferido ser él el que estuviera en su lugar.

Era una niña, no debía estar acostada, debía estar afuera haciendo travesuras y haciendo enojar a la vecina. Pero no lo estaba.

—Hola princesa...

—¡Keith!

La niña se levantó de su cama y enrolló sus pequeños brazitos alrededor del cuello de su hermano.

IntermediariosWhere stories live. Discover now