Capitulo 8

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Lunes. Apenas era lunes y los rumores habían corrido como pólvora en el instituto.

Una chica marginada. Una chica desesperada. Una chica invadida por la soledad. Una chica que intento suicidarse.

Todo eso escuchaba Olivia entre los pasillos, todo había sido un malentendido. Ella no se suicidaría, solo había querido un respiro.

Pero a pesar de todos los rumores y las miradas de lastima, la pelirroja se sentía mejor que nunca.

Esa mañana ya no tuvo miedo de ver a la señora Ernesta, no espero malas palabras, y tampoco los gritos.
Ese día fue paz, junto con un café y una tranquilidad llena de soledad.
Y todo eso, gracias a qué habían descubierto sus subidas nocturnas.

Olivia había visto a Drew cuando entro a la clase, pero este ni siquiera la había mirado.

Él había hecho como si ella no existiera. Y ella hizo lo mismo. Aunque no entendía el comportamiento del castaño.

Había ido más arreglada de lo normal. Se había recogido el cabello en una coleta, unos pantalones ajustados que enmarcaban sus piernas y una blusa azul marino, que contrastaba con su cabello.

La clase de Filosofía se había pasado rápido, o al menos así fue para ella.

Pero toda esa euforia y felicidad que sentía, tenía que acabar en algún momento, estaba segura de ello.

La pelirroja se había sentado a tomar su desayuno junto a un árbol, dónde las hojas secas y las ramas desnudas la rodeaban.

Respiro profundo, recordando desde la última vez que vio a su madre, y se vio ahora, con su propio departamento y otro trabajo. En busca de su propia felicidad. Ese era su momento.

A los ocho años había observado a su madre caer. Desvanecerse en la desesperación y la decepción de haber perdido a su esposo. Él papá de Olivia no había muerto, él se había ido, esfumado sin dejar explicación, mientras su madre se quedaba con ella.

Su madre empezó a cambiar, la mujer que Olivia amaba había desaparecido. Hasta que en un momento ella se fue.
Se suicidó el 25 de febrero, cuando Olivia tenía diez años.

Una hoja seca callo en el cabello de la pelirroja, sacándola de su ensimismamiento.

Sonrió, a pesar de todo, ella seguía ahí.

~*~

El día en la escuela había acabado, tendría que ir a comprar algo de comida para su apartamento, además de ir a ver algunos utensilios para la cocina.

Observo a Mary junto a Drew en la puerta del instituto, al pasar junto a ellos se dió cuenta de que estaban teniendo una de esas platicas amorosas, que Olivia tanto odiaba.

Se dirigió al supermercado, que estaba a unas cuantas cuadras de su nuevo apartamento.
Compro algunos productos de limpieza y para la cocina.
La pelirroja era excelente cocinera, el vivir en diferentes casas la había obligado a aprender desde pequeña, era de lo poco que ahora agradecía.

El chico de la caja se quedo mirando fijamente a Oli, provocando que está se sonrojara.

—Dejala en paz Dan.

Olivia se sobresaltó, atrás de ella se encontraba Keith, con una cajetilla de cigarrillos y una botella de vodka en sus manos.
La cara de Olivia se sentía aún más caliente, él chico no la había molestado, solo la había mirado fijamente, cosa que ella no estaba acostumbrada.

El tal Dan no dijo nada más, y se dedicó a cobrar los productos faltantes.

La chica dudaba en decir gracias a Keith, pero ¿Por qué exactamente?

No dijo nada, cuando la última bolsa estuvo llena, Olivia las tomo, haciendo casi malabares para acomodarlas.

—Dejame ayudarte.

—No, gracias yo puedo hacerlo.

Justo en ese momento la bolsa de frutas casi se le caía, Olivia resopló, siempre le pasaba, su suerte era absoleta.

Keith no dijo nada, solo le quito algunas bolsas de la mano y salieron de la tienda.

—¿Donde está tu auto?

La pelirroja se ruborizó de nuevo, no tenía auto, no es algo que la hiciera sentir menos, pero ahora parecía una idiota.

—Tomare un taxi.

—No es necesario, yo puedo llevarte.

La chica quería protestar, pero si algo sabía del rubio, era sobre su insistencia.

Los dos subieron las cosas al auto, para después salir del supermercado.

—Da vuelta a la izquierda.

—¿Qué no vamos a tu casa?

—Esa ya no es mi casa— un silencio incómodo apareció entre los dos.

—¿Tu madre te corrió?

—Ella...La señora Ernesta no era mi madre.

—Oh

Ninguno de los dos hablo de nuevo sobre eso.
Olivia le decía que calles tomar y una que otra vez se quejaba de lo mal que él manejaba, alrededor de diez minutos se tardaron en llegar, Keith la ayudo a bajar las bolsas y la acompaño a su nuevo hogar.

—Es... Acogedor.

Olivia soltó una carcajada, no se había dado cuenta de que le faltaba algo de pintura, pero estaba en mejores condiciones que en sus casas anteriores, el problema era que Keith provenía de una familia adinerada o al menos eso hacía creer el muchacho. Ese apartamento era poca cosa para él.

—Muchas gracias Keith, no era necesario.

—No te preocupes Olivia, me da gusto saber que estés bien.

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