LIV

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17 de enero de 2022

Querida Julia:

Ligia quedó encantadísima con sus regalos y con su cumpleaños en general. Cuando me levanté a las seis de la mañana, tú seguías dormida abrazada a tu peluche y ella muchísimo más en la otra habitación. Fui a la cocina para ver qué podía hacerles de desayuno y me decanté por unas panquecas. Como aún era muy temprano para hacerlas, decidí desayunar yo primero (pan tostado, huevo y jugo de naranja), y me di cuenta de que quedaba sólo un huevo, el cual yo usaría para mi desayuno. Alrededor de las siete y cuarto volví a la habitación para cambiarme de ropa y salí a buscar más huevos.

En el camino iba muy distraída, pensando en que debía volver rápido por si te despertabas; lo bueno es que me encontré con Alejandro (quien siempre se viene a pie) y tenía un cartón de huevos en sus manos.

—¡Señora Isabel! —me llamó, yo no lo había visto aún, así que estuve mirando a todas partes hasta que lo localicé cruzando la calle—. Mire lo que compré para ustedes. Ayer me di cuenta de que no quedaban casi y necesitamos para la torta.

—¡Eres un amor, muchachito! —Le agarré las dos mejillas cariñosamente y se las estrujé. Menos mal a él nunca le ha molestado eso.

—Lo sé, lo sé. —Me sonrió y yo le devolví la sonrisa—. ¿Puedo acompañarla o prefiere que vaya directo a la casa?

—Oh, no. Nos vamos los dos a la casa. Había salido justo a comprar huevos.

Así que emprendimos el camino hasta la casa. Yo llevé los huevos a la cocina mientras él iba al cuarto a despertarte. Eran casi las ocho de la mañana, si bien era temprano para preparar el desayuno, me puse manos a la obra. A las ocho y diez, Alejandro te traía en tu silla de ruedas, justo cuando yo colocaba la primera panqueca en el plato.

—¡Huele muy rico! —exclamaste con una sonrisa, pero cuando me viste, dejaste de sonreír—. Disculpa, ¿quién eres?

—Oh, sí, mil perdones. —Me acerqué a ti y extendí mi mano—. Isabel Osorio, mucho gusto.

—Isabel... Me gusta ese nombre. —Volviste a sonreír—. ¿Tú estás haciendo que huela tan rico? —Asentí—. ¿Puedo comer lo que huele tan rico?

—¡Por supuesto! Aquí ya está la primera para usted, su majestad. —Te sonrojaste por el apodo y miraste atentamente el plato mientras Alejandro te acercaba.

Luego de comerte tres panquecas más, declaraste que si bien estaban buenísimas, no te entraba nada más, e invitaste a Alejandro a comer un poco. A un cuarto para las nueve, Ligia salió del cuarto frotándose los ojos con sus manitas, y me acerqué de una vez a ella.

—Feliz cumpleaños, mi niña. ¿Qué haces despierta tan temprano, cariño?

—Huele muy rico y me desperté —murmuró, ahogando un bostezo.

—Ven a comer entonces. —La tomé de la mano y nos acercamos a la mesa. Tú la veías curiosa—. Julia, ella es mi sobrina bisnieta, Ligia.

—Buenos días, señora Julia. Soy Ligia Torres, usted es muy linda y es mi cumpleaños. —Tendió su mano y con eso ya te había ganado.

La pequeña rubia terminó de comer media hora más tarde y se fue corriendo a jugar con Ruffin. Alejandro y tú salieron al patio para que tomaras un poco de sol, y yo me quedé en la cocina sacando las cosas para hacer el almuerzo y la torta.

El resto del día siguió sin ningún inconveniente. Estuve un rato contigo en la tarde mientras la torta se cocinaba. Las personas comenzaron a llegar después de las cinco de la tarde. Ligia corrió emocionada a donde venían sus papás con varios regalos; al ver que la dejaban abrirlos, fui al cuarto para buscar los nuestros. Cuando los desenvolvió, se llevó las manos a la boca y luego me abrazó con todas sus fuerzas.

—¡Me encantan, abuelita! —Primero sacó los cuadernos y los colores, después las muñecas, las películas y de último los peluches. Agarró el occamy, que era de unos cincuenta centímetros, y después el hipogrifo del mismo tamaño, y los abrazó emocionada—. ¡SON HERMOSOS! —gritó, y todos reímos.

Luego de eso, esperamos a que llegara Emilio con su familia y Laura para cantar cumpleaños y picar la torta de chocolate que había hecho. El sábado le van a hacer la fiesta con todos sus amigos del colegio, no creo que vaya, ya estoy algo vieja para eso.

Con amor,

Isabel

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