CI

421 69 9
                                    

15 de mayo de 2022

Querida Julia:

La relación con tu hermano volvió a ser la de antes en menos tiempo de lo que pensamos. Íbamos a cenar con ellos casi todos los días, me aceptaban como otro miembro de la familia. Fue gratificante sentirme así de aceptada, teniendo en cuenta que ellos sabían todo sobre nosotras.

Unos dos meses después, la señora Griselda volvió a aumentar el alquiler y todo se nos puso más cuesta arriba. Al enterarse tu hermano de eso, insistió día y noche en ayudarnos monetariamente, nosotras nos negamos hasta el cansancio y cuando creímos que lo iba a dejar, vino y propuso en plena cena familiar que nos fuéramos a vivir con ellos, algo que tuve que haber visto venir porque ustedes los Villarreal son más tercos que una mula.

—¡Sí! —exclamó Judith contenta—. ¡Tita y tita! ¡Sí!

—No, Adriano, es demasiado —te negaste.

—Aquí hay espacio de sobra —se excusó él—. Además, a partir del año que viene habrá una vacante como secretaria en mi empresa y me gustaría darte ese trabajo, Julia. —Te miró fijamente y luego volteó hacia mí—. Tengo entendido que te va bien en ese colegio, Isabel, pero si quieres, puedo encontrar también un trabajo para ti.

—Adriano, te agradecemos tus buenas intenciones...

—Por favor —me interrumpió—. No pude ayudar a Julia cuando debí hacerlo, es lo menos que puedo hacer. No nos importa tenerlas aquí, sería un placer. Y a los niños les encantaría.

Como si hubiese sido ensayado, los dos niños empezaron a saltar emocionados y nos pidieron hasta el cansancio que aceptáramos.

—Lo vamos a pensar —murmuré, luego de que tú y yo intercambiáramos un par de miradas.

Adriano asintió complacido.

Minutos más tarde, nos despedimos de ellos y nos fuimos. Cuando llegamos a la habitación, te dejaste caer en tu cama con pesadumbre y yo me senté en la mía; nuestras camas estaban una junto a la otra, el mismo día de haber llegado las unimos y no las volvimos a separar.

—¿Qué piensas? —pregunté, pues llevábamos rato sin hablar.

—Volver a depender de una familia... No lo sé, Isa —susurraste.

Me acerqué a ti y te tomé de la mano.

—Me encanta cuando me dices Isa —dije al ras de tus labios, tú te reíste y te besé levemente.

—¿No podemos dejar la situación de Adriano para después? —preguntaste—. Tengo en mente otras cosas en las que podemos concentrarnos.

Sentí mis mejillas y orejas arder y tú me sonreíste. Antes de preguntarte a qué te referías, agarraste mi cuello con tus dos manos y me atrajiste a ti, besándome profundamente; yo puse una pierna a cada lado de tu cuerpo y acaricié tus costados. Bajaste una de tus manos a mi trasero y lo apretaste, no pude evitar que un gemido saliera de entre mis labios.

—Me encanta escucharte —murmuraste en medio del beso.

Besé tu nariz, tus mejillas y tu quijada, para seguir bajando hasta tu cuello, y fue tu turno de soltar pequeños gemidos.

Nos fuimos quitando la ropa poco a poco, saboreándonos, sintiéndonos. Te hice mía y tú me hiciste tuya, hicimos el amor hasta altas horas de la madrugada, para luego caer en un sueño profundo y abrazadas, sabiendo que a pesar de cualquier cosa, todo estaría bien siempre y cuando estuviéramos juntas.

Con amor,

Isabel

Un minuto másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora