Capítulo 4

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Los primeros rayos de sol se colaron por la ventana de mi habitación. Sentí un gran dolor de cabeza al intentar abrir mis perezosos ojos. Miré a mi lado y logré ver la rosa azul en un pequeño jarrón que había preparado, según recuerdo, antes de irme a dormir. Una sonrisa apareció en mi cara.

Vi a mi alrededor al lograr mantener mis ojos abiertos. Un suspiro salió de mi boca al recordar que ayer me había pasado con las copas que bebí. Eso explica mi dolor de cabeza.

Logré salir de mi cama y me dirigí un poco tambaleante hasta el salón. Decidido cogí una taza y me dispuse a hacer una buena taza de café. Así esperaba poder acabar de despejarme de mi espesa resaca.

En el fondo se escuchó a alguien caerse al suelo junto a una sonora queja. A continuación escuché varios pasos algo inestables y vi en el inicio de las escaleras a mi amigo que venía dando berridos quejándose de la resaca que llevaba encima.

-Ah, por Dios, este dolor de cabeza es infernal. ¿Bebimos tanto anoche?- me dijo mientras se sentaba en un taburete de la cocina.

-Bueno, según recuerdo, sí que fue bastante- le aclaré concentrándome otra vez en la cafetera para comprobar si estaba listo o no.

-Kudo, yo también quiero uno de esos cafés, a ver si así mi resaca se esfuma de una buena vez- Me está matando- se quejó mientras apoyaba su cara encima de una mesa.

-Eso pasa por beber más de la cuenta, no te quejes tanto y convive con ello- le recriminé.

Yo tampoco estaba en las mejores condiciones, mi resaca también me estaba martirizando, pero no me quejaba tanto como él.

Cuando acabó de hacerse el café, apagué el fuego y serví dos tazas. Le ofrecí una a mi amigo y, a continuación, me senté a su lado.

Le di un buen trago y el sabor del café junto a su calidez hicieron que me despertara y me despejara un poco más. Era exactamente lo que necesitaba.

-Umm, esto está un poco mejor. Lo necesitaba realmente- dijo Hattori mientras daba otro trago.

-Pues sí, esto lo necesitábamos pero en breves nos tenemos que ir- le anuncié.

Él me miró con una mirada confusa sin saber porque había dicho lo que había dicho.

-¿Qué dices Kudo? ?Dónde tenemos que irnos?

-¿Es que no te acuerdas? Megure nos pidió ayuda en varios casos.

Un sonoro quejido se escuchó cuando se dio cuenta de que tenía razón.

-¿Con esta resaca y tenemos que ir? Yo lo que necesito es un día de descanso.

-No te quejes, fue nuestra culpa por pasarnos con las copas así que, vamos, tenemos que arreglarnos.

Al acabar de decirle que espabilara me tomé el último sorbo de café y me levanté para dirigirme a mi habitación. Hattori también se espabiló en acabar su café y me siguió escaleras arriba.

-Oye Kudo, por cierto, préstame algo de ropa que no he traído nada- me pidió mientras se ponía a mi lado.

Miré a su lado y, efectivamente, no podía presentarse en ese estado.

-Claro, no es correcto que te presntes tal y como estás ahora.

Me reí un poco por las pintas que llevaba pero paré de reírme cuando escuché su réplica.

-Pues, no sé de qué te ríes cuando tú te ves casi igual que yo- decía mientras que, esta vez, era él quien se reía sonoramente.

Al verme bien lo que estaba vistiendo me di cuenta que tenía razón. No me había cambiado de ropa de la noche anterior y mi camisa se veía hecha un robrujo, toda arrugada, y mis pantalones habían sufrido la misma suerte.

Con un suspiro fui a mi habitación cerrando la puerta detrás de mí y dejando a Hattori fuera.

-Pero no te enfades, yo estoy igual que tú- dijo desde fuera de la habitación, intentando que yo abriera la puerta-. Venga, dame la ropa que quiero darme una rápida ducha.

Fui a mi armario y cogí dos prendas al azar y volví para abrir la puerta para darle la ropa. Vi una sonrisa graciosa en su cara y finalmente se giró para irse a la ducha.

Yo por mi parte fui a coger otro cambio de ropa y así también darme una buena ducha para acaber de quitar mi resaca fuera.

Rápidamente me metí dentro de la ducha. El cálido agua recorría mi cuerpo, despejándome y me adentré un poco en mis recuerdos.

Desde que me levanté no pensé en lo que había pasado anoche. Parecía un sueño. Uno un poco lejano, pero sabía que era real. La rosa que tenía en mi cuarto así lo decía. Nunca imaginé que mis sentimientos hacia él fuesen correspondidos y menos que fuera él quien diera el paso entre nosotros para acercarse a mí.

Mis nervios me habían dado una mala jugada pero paracía que a él no le importó demasiado, o incluso me arriesgaría a decir que le gustaba.

Sabía, sin tener que mirarme al espejo, que tenía en mis mejillas un rubor que ya casi era característico en mí.

Unos golpes me sacaron de mi ensoñación y me hicieron volver a mi realidad.

-Oye, Kudo, espabílate que nos tenemos que ir- Hattori me estaba llamando desde el otro lado de la puerta.

-Eh...uh...sí, claro- contesté quitándome de encima el jabón que aún me quedaba en mi cuerpo y saliendo de la bañera.

Con una toalla en mi cintura salí viendo a Hattori delante de mí con mi ropa puesta.

-Pero sal vestido, no casi desnudo- dijo con una pequeña risa.

-Tengo la ropa en mi cuarto, ¿algún problema?- dije con un tono pesado en mi voz.

Su risa se intensificó mientras me alejaba. A veces pienso en porque me hice amigo suyo. Muchas veces me sacaba de quicio, pero sí, es mi mejor amigo.

Pronto me vestí y dejé atrás mi habitación. Sin decir nada me dirigí hacia la planta baja. Hattori entendió que ya era la hora para irnos, y me siguió. Nos teníamos que dar prisa, no nos quedaba mucho tiempo para tener que presentarnos en la oficina de Megure y no estaba demasiado cerca.

Aligeré mi paso siendo seguido por Hattori e íbamos recorriendo todas las calles que nos faltaban hasta llegar a nuestro destino. Cuando al fin vislumbramos el lugar nos dimos el lujo de pararnos enfrente para coger un poco de aire.

-Pues aquí estamos. Vamos adentro- dije dando un paso dentro.

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