Celos

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«Buenos días, señora Alcaldesa» dijo Emma, acercándose a saludarla

«Buenos días, sheriff Swan. ¿Cómo va su día?» sonrió Regina, cordialmente

«Ahora muy bien» guiñó la rubia, poniendo ojos tiernos.

Yo no pongo ojos tiernos, pensó Emma, intentando borrar la mirada de adoración, que era más que evidente, de su rostro.

«Perdonad, estoy aquí» dijo Henry, riendo bajito por el modo en que sus madres se estaban mirando.

«¡Oh, hola, chico!» lo saludó la muchacha, despeinándole el pelo sin dejar de sonreír.

Henry sacudió la cabeza, resignado, y subió al escarabajo, seguido de sus madres, como era costumbre en los últimos días.

«Todavía estoy sorprendida de que aceptes viajar en mi coche» dijo Emma, arrancando el motor y hablando con la morena.

«Me gusta el peligro» rio Regina, dulcemente

El muchacho puso los ojos en blanco.

Desde que Tinker y él habían tenido aquella gran idea de acercar a sus madres, Regina y Emma se habían vuelto tan buenas y despreocupadas que, a veces, daban náuseas casi tanto como sus abuelos-hablaba obviamente de David y Mary Margaret, no de Cora o Rumpel, que eran de todo menos dulces. Regina había comenzado a hacerle carantoñas como cuando era pequeño, y Emma había cogido la misma costumbre, aunque ella no parecía del tipo que hacen carantoñas. Se habían vuelto las mamás perfectas...¡quizás demasiado!

Al llegar a Granny's, los tres se sentaron en la mesa de costumbre, aquella en la que desayunaban juntos desde hacía una semana.

«Dejadme adivinar: dos chocolates calientes con nata y canela, un café negro solo y tortitas» dijo Ruby, sonriendo a la pequeña familia que, desde hace un tiempo, parecía muy feliz.

La muchacha se agachó para saludar y los ojos de Regina se posaron un momento en su escote. Fue un segundo, pero Emma se dio cuenta. Sin duda, se dio cuenta. Y, cuando Ruby se marchó a preparar el pedido, Regina también miró durante unos segundos sus ondulantes caderas. Después se giró y acarició el pelo de Henry con gesto tierno, mientras Emma resoplaba, intentando contener la rabia.

Regina tenía ganas de alguien que la abrazase, que la besase, que la hiciese sentirse amada. Pero ese alguien no estaba y no podía hacer otra cosa sino mirar. Mirar a Ruby y sus cortos vestidos era la mejor opción, porque si mirara a Emma, podría arruinar la relación que se estaba creando entre ellas. Y no quería que eso pasase, así estaban bien y había un equilibrio casi perfecto. No podía, en ese momento, dar un paso en falso.

Los tres desayunaron charlando un poco, aunque tanto Henry como Regina habían notado que Emma estaba más silenciosa de que costumbre. Incluso mientras acompañaban a Henry a la escuela no soltó prenda, y Regina estaba preocupada.

Cuando su hijo les dio un beso a ambas y entró en el colegio, preguntándose porque a esa edad seguían aún acompañándolo a la escuela, Regina tomó el rostro de Emma entre sus manos, como había hecho aquella noche, importándole poco que la gente las viera y malinterpretase todo.

«¿Qué pasa, Emma?» preguntó

«¿Y aún me lo preguntas?» soltó la rubia «¿Te parece normal mirar, o mejor follarte con los ojos a Ruby de aquel modo? ¡Y además delante de Henry!»

Regina se mordió el labio, con expresión culpable.

«Lo...lo siento, yo....no sé qué me pasó» intentó justificarse la Alcaldesa

Operación familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora