Había una vez

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Emma resopló, retorciéndose y moviendo con fuerza las cadenas contra la pared, provocado un estrépito cuanto menos fastidioso. Mientras decía

«¡No puedes tenernos aquí para siempre! Y deja de ignorarme, deja ese estúpido libro y escúchame!»

La muchacha alzó el rostro, la ceja alzada con indolencia

«Esto no es un estúpido libro. Este libro es especial. Como yo» respondió, y en ese momento una escena recorrió su mente, arrastrándola por los meandros de su memoria que la llevaban a su infancia llena de odio y tristeza.

«Abuela, te lo ruego, no me apetece esforzarme» se lamentaba una niña pequeña de seis años de ojos esmeraldas, batiendo sus largas pestañas intentando ablandarla; aunque sabía que, probablemente, no lo lograría.

«¡No me vengas con cuentos, Dim! Ahora concéntrate e intenta ver, y después dime todo lo que recuerdes de tu visión» le ordenó con mirada severa la mujer «Y no me llames más abuela»

Dim asintió tristemente y cerró los ojos, focalizándose solo en sus visiones de futuro, como le había enseñado la mujer.

Tenía aquel don desde que había nacido: podía ver todo. Pasado, presente, y a veces, también el futuro, eran como páginas de un libro, un libro que solo ella podía leer. A menudo había utilizado aquel poder para ver a su madre y a su padre en el pasado, pero ahora ya no le estaba permitido hacerlo, sino solo cuando aquella mujer no la podía ver.

«Veo una muchacha rubia...Es hermosa y fuerte, ella es la Salvadora» recitó Dim

«¿En qué sentido es la Salvadora?»

«No lo sé, lo ha dicho mamá» respondió la niña

En ese momento recibió una fuerte bofetada en su tierna mejilla, que rápidamente cambió el color blanco por rojo.

«Así como no puedes llamarme abuela, no puedes llamarla a ella mamá. Nadie debe averiguar de quién eres hija. Si pasase...Ni siquiera quiero pensarlo»

Dim sacudió la cabeza y continuó escribiendo lo que estaba pasando-además le había prometido a Regina que haría saber a Henry lo estaba sucediendo, aunque ella era reacia a hacerlo.

«Habías dicho que querías hablar...Bien, dado que no podemos hacer otra cosa, habla» dijo la morena, más tranquila que la compañera.

La muchacha levantó los ojos verdes de las páginas y sonrió débilmente, levantándose para ponerse frente a las dos Salvadoras. Los ojos negros de Regina mostraban desprecio por lo que las había obligado a hacer: las había obligado a hacer un largo viaje, las había separado de la familia para traerlas ahí a salvarla, y después no había hecho sino hacerlas sufrir trayendo a la luz los peores recuerdos de sus vidas. Pero exactamente era eso lo que quería hacer Dim.

«Os hecho ver a Neal y a Daniel, y os he puesto en contacto con la violencia que habéis sufrido durante años en vuestra vida. Pero si lo he hecho, es porque lo necesitabais...Debíais enfrentaros con aquella parte de vuestro pasado, así como escapar de ello. Y estoy muy orgullosa de vosotras por haber logrado sobrellevar el dolor» les dijo «Siento haber utilizado métodos pocos ortodoxos »

«¿Pocos ortodoxos?» exclamó la rubia, tirando de las cadenas otra vez «¡Podría haber matado a la mujer que amo!»

«¿Crees de verdad que te lo hubiera dejado hacer? ¡Yo también la amo!» respondió la muchacha, perdiendo el control por primera vez; y de hecho, cuando se dio cuenta de lo que había dicho en voz alta, abrió y cerró la boca ante la sorpresa y cerró los ojos fuertemente.

Operación familiaWhere stories live. Discover now