Armario

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«Te has instalado bien» observó Ruby, complacida al ver por primera vez la encantadora mansión de la Alcaldesa.

«Ya. Regina ha sido amable al ofrecerme una habitación» respondió Emma, con una sonrisa al pensar en la morena, mientras entraba en su habitación.

«Pero...pensándolo bien, no parece que vivas aquí. Es decir, eres muy desordenada. Sin embargo, aquí todo está limpio, nada fuera de lugar...y además a penas se siente tu olor en esta habitación, mientras percibo un olor familiar proveniente de la habitación de Regina»

Emma se maldijo a sí misa y el sentido de observación-además del super olfato de lobo-de su amiga.

«Regina...ordena a menudo» inventó una excusa en el momento, intentando ignorar el comentario referido al olor que ella y Regina producían al hacer el amor.

Ruby sonrió, sabiendo claramente lo que la rubia intentaba esconderle, y le devolvió una mirada de verdadera amistad, para después sentarse con ella sobre las sábanas perfectamente planchadas de su cama. Le puso una mano sobre el hombro, intentado ser bastante reconfortante, y después preguntó

«¿Cuándo vais a decidiros a salir del armario, Emma?»

«Ruby...» le reprendió la Salvadora, con una mirada severa debido al tema espinoso que había tocado-de hecho Regina y ella habían hablado en ese tiempo de eso, terminando siempre en pelea.

«No, Emma, en serio. Sois patéticas»

«Sois realmente patéticas» dijo Tinker

«Tink...» le reprendió la ex Reina Malvada, exactamente como había hecho Emma con Ruby.

«Os amáis, estáis juntas, ¿y no se lo decís a nadie? ¿Por qué? ¡Todos estarán contentos por vosotras!»

«¿Todos?» preguntó la Alcaldesa «No lo creo»

«¿Y a quién le importa?» soltó Tinker «¿Ella te hace feliz?»

«Sí» respondió inmediatamente, sin vacilación alguna.

«Entonces, díselo a todos. ¡Chillad al mundo cuánto os amáis!» exclamó la rubia, con un énfasis que en ella era natural, dado que estaba hablando de las dos mujeres más enamoradas que había visto nunca.

Y Regina sonrió, admitiendo que en el fondo tenía razón. Abrazó a la amiga, a la que había reencontrado hacía pocos meses y con la que de nuevo había construido una bellísima e importante relación.

«Haré lo que dices, Tink»

«Regina, tengo que hablar contigo»

«Yo también, Emma»

Las dos se miraron con nerviosismo y se sentaron en el sofá, en la casa Swan Mills, una frente a la otra. Emma tomó la mano de Regina y la besó por unos segundos, intentando transmitirle todo su amor.

«¿Puedo comenzar yo» preguntó

Regina asintió, inspirando profundamente antes de escuchar lo que la mujer a la que amaba tenía que decirle. Mientras tanto intentaba encontrar las palabras adecuadas para decirle aquella cosa.

«Regina, soy afortunada por tenerte. Sí, soy muy afortunada, de verdad. Pero...» comenzó la rubia que parecía estar a punto de desmayarse «...no podemos continuar así»

Entonces la morena palideció de pronto, cuando comprendió-o mejor, creyó comprender-lo que iba a pasar, lo que Emma quería realmente decirle. Cayó de rodillas frente a ella en un gesto muy teatral, agarrándole la chaqueta de piel y acercando sus rostros a milímetros, respiró sobre sus labios con desesperación.

Operación familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora