Ojos de agua sucia y otros insultos

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Hace 30 minutos que estoy lista esperando a que Christian pase a recogerme, me levantó del sillón cansada de esperar y me dirijo a la cocina para despedirme de Abby. Christian va escuchar lo que tengo que decir sobre eso de que me deje esperando sin decir nada.

—Abby me voy a clases —le doy un beso en la mejilla y tomó la bolsa con mi desayunó— te llamó cuándo llegué.

— ¿Dónde está Christian? —Se cruza de brazos en desacuerdo—. ¿No se supone que el te iba a llevar?

—Está enfermó y no irá —una mentirita no hará mucho daño— Se levantó con fiebre. Su expresión se suaviza toma su cartera y me da dinero para un taxi.

—Me llamas cuándo llegues —me abraza y acompaña hasta la puerta.

La casa de Christian me pone los nervios de punta, es la única casa moderna en este pueblo, no sé qué es lo que más me asombra, uno juraría que al mudarse a un pueblo quieres vivir una vida sencilla y tranquila pero con esta casa dudo que sea posible. El exterior fusión entre lo moderno y lo rustico, el cristal dejando a la vista un interior lleno de lujos, y a pesar de tener todo aquello, Christian es tan humilde entre sus locuras habituales.

Tocó el timbre sin intención de insistir una segunda vez, la puerta se abre y sale Max con los pantalones de color azul reglamentarios del uniforme, más no puedo decir lo mismo de la camisa.

—Hola Guapo —si algo me divierte es ver a Max ser egocéntrico.

—Hola preciosa —se hace aún lado invitándome a entrar, Max me guía hasta donde se encuentra la cocina. La Sra Miriam y el Sr Matt ya se encuentran allí desayunando; nunca entendí porque los padres les colocan nombres tan parecidos a sus hijos Matt -Max no le encuentro sentido.

—Buenos días —respondo tímida, la idea de estar enfrente de los padres de nuevo mejor amigo se me hace un tanto incomoda

Miriam me sonríe y devuelve el saludo mientras que el Sr Matt me saluda de forma menos formal agitando la mano.

—Christian no se ha despertado —me ofrece una taza de café— debe de tener migraña. Asiento con la cabeza y recibo el café.

— ¿Puedo pasar a saludarlo? —pongo el tono de voz más inocente que puedo—. Hoy tenemos un ensayo de historia...

—Sí, claro —gira hacía Max que ya lleva puesta la camisa—. Solo si logras despertarlo o entrar a su habitación, querida.

Subo las escaleras acompañada de Max, me desvío hacía la habitación de éste la cual tengo que señalar que es un cuchitril, ropa por todos lados, platos de comida y calcetines que podrían dañarme el olfato permanentemente.

— ¡Esto es un asco! Un vertedero, Max —Agarro una de sus almohadas—. ¿Cómo puedes siquiera respirar?

Se rasca la parte trasera del cuello— las chicas casi siempre vienen de noche así que no notan el desastre —su respuesta me da náuseas, ¿cómo es que las chicas se mueren por él?

—Ujung, si tú lo dices —arqueo una ceja y salgo de la habitación.

Se perfectamente como forzar la puerta, y no es por ser presumida ni nada, solo es una de las tantas ventajas de que Christian sea tan complaciente conmigo, la abro y entro haciendo el menor ruido.

Verlo dormir es algo tan... Fascinante, tal vez todos nos vemos así cuándo dormimos tan tranquilos... La palabra que buscó para describirlo en estos momentos es Acentrado, sacudo la cabeza para aclarar mi mente avanzo por la habitación y al estar frente a él lo golpeo con la almohada repetidas veces.

Mil Palabras Por Decir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora