➳iv ;

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Un nuevo amanecer se alzaba en el pueblo, dando oportunidad a que inicie un nuevo día. No había diferencia entre la noche y la mañana, ya que de todos modos el lugar se encontraba desolado.

La historia era la misma; cabañas y chozas cerradas por la mismísima inseguridad, negocios sin servicio por la falta de clientela y por último un gran silencio presente.

Dipper se encontraba caminando al lado de su tío Stanley, yendo directo a la comisaría. A decir verdad, estaba lo más pegado posible con el otro hombre, caminando con hombro y hombro chocando entre sí. Nadie debería inculparlo, el miedo aún abundaba en lo más profundo de su alma y su seguridad se desvanecía por cada paso que se alejaba de la cabaña.

De vez en cuando Stanley maldecía y se apartaba del más joven, pero eso no lo detuvo ni por mucho.

—Estás muy paranoico —dice, con una mueca parecida al desagrado en su rostro.

Dipper no se molestó en responder, puede que una razón sea por lo tembloroso que sonaría al dejar salir una sola palabra. El sudor ya se estaba logrando acumular en las palmas de sus manos, el cual limpió sin descuido en su pantalón de mezclilla.

No podía evitar desviar su mirada a algunos puntos fijos de su alrededor, aquellos lugares en donde tiempo atrás la gente caminaba sin mortificación alguna. Era deprimente descubrir como una gran sociedad se quebrantaba de esa manera por culpa de un problema.

Sus pasos se volvían más pesados a medida que avanzaba, como si tuviera un costal de piedras sobre sus hombros, pero eso solamente era a causa del estrés generado.

Ya estando frente a la comisaría consiguió por fin sentirse un poco seguro, el plan era no quedarse solo en ningún momento como pasó en la noche anterior.

Una mano se posó sobre su hombro, sacándolo de sus pensamientos, y al voltear se encontró con un par de ojos llenos de serenidad.

—El cuerpo que encontramos ayer tenía las mismas heridas que los demás, nada nuevo —resumió, deteniendo su andar antes de ingresar a la comisaria e iniciar su nuevo trabajo matutino.

Dipper se detuvo por igual y le miró con atención, como si pidiera un poco más de apoyo moral. Stanley suavizó el agarre en su hombro y le dedicó el intento fallido de una sonrisa.

—¿Estás seguro que puedes con esto? —Preguntó borrando su sonrisa.

—No puedo rendirme aún, estoy empezando con la investigación y no la dejaré hasta descubrir al fraude —respondió, desviando su mirada al bosque.

—Nunca es tarde para retirarse —finalizó el otro.

Dipper le dedicó una mirada incrédula y rodó los ojos. Era como si lo estuviera poniendo a prueba, cosa que no le agradaba del todo. No comentó nada al respecto, no dejaría que su día se arruinara por un comentario que le desmotivaba. Aún quedaba un largo camino por recorrer y ni ha dado el primer paso.

—Si me disculpas, Stan, tengo un caso abierto por resolver y no me quedaré de brazos cruzados como otras personas lo han hecho —sentenció caminando a uno de los lados del edificio, evadiendo la puerta principal.

Su nuevo plan involucraba averiguar por donde logró entrar el desconocido a su oficina sí la puerta fuera una opción descartada. No habían más orificios que no fueran los pequeños agujeros sobre el suelo, así que la única alternativa que le dejó entrar fue la ventana. Pero, ¿cómo fue que llegó a ella?

Supervisó la pared externa con precaución intentando buscar alguna escalinata fácil hasta la ventana, aunque lo único que encontró fueron grietas en la pared. Sería difícil para cualquier persona o animal trepar por esa pared sin caer en el intento.

Bitten. [Vampiros]「BillDip」Where stories live. Discover now