5. El pentágono

13.9K 1.2K 1.1K
                                    

— Lo que tú y yo necesitamos, es un plan – musitó Hanna, abriendo su casillero junto al mío, dejando dentro sus pesados libros de química antes de dirigirnos a mi casa. – ya no podemos entrar a tu edificio así como así – murmuró por lo bajo y yo rodé los ojos.

La pelinegra había pasado por la negación, ira, negación, casi depresión hasta el punto en el que ahora se encontraba aceptando que aquello era cierto, que Jimin era el chico que vivía en el piso superior al mío. Fue en ese punto en dónde me informó que jamás pisaría mi edificio de nuevo y posteriormente, comenzó a idear planes disparatados para subir a mi piso sin usar el elevador.

— Hanna – la miré de soslayo, abriendo mi casillero – deja de ser tan ridícula, usaremos el ascensor.

Ella bufó y cerró su casillero de un manotazo, mientras yo guardaba los libros de ciencias en su lugar.

— ¿Y si nos lo topamos? – cuestionó rápidamente.

— No lo haremos – la tranquilicé – jamás lo había visto en el ascensor hasta ayer... lo que me perturba un poco, es que ahora sé quién es el chico que mamá se encuentra siempre en el ascensor y no deja de hablar de él y de lo educado que es – fruncí el entrecejo.

— Voy a confiar en ti y pasaré por alto lo que tu madre piense de Jimin y cambiaré el tema – suspiró – ¿has pensado en cambiarte a clase de música?

Solté una sonora carcajada.

— ¿Me dejarán tocar el triángulo? – cuestioné con algo de sarcasmo.

No tenía talento musical, tampoco tenía alguna clase de dote artístico, pero era más sencillo tratar de imitar cuadros de Picasso que aprender a tocar el violín o el chelo, como el profesor de música quería que hiciera.

— Probablemente no – carcajeó.

— Entonces me quedaré en clase de arte, aunque apenas pueda colorear dentro de las líneas – me reí de mí misma. – y aunque mi vecino sea mi compañero de clases.

Mi amiga meneó la cabeza, apoyándose con su espalda en la puerta de su casillero.

— Um, ¿Tara?

Alcé las cejas hacia ella en cosa de segundos.

— ¿Hiciste nuevas amigas? – la voz de Hanna me pareció completamente divertida al escucharla.

— ¿Amigas? – alcé las cejas con entretención, sin mirarla directamente – ni que quisiera relacionarme con idiotas – carcajeé y ella sacudió su cabeza, tomando mi brazo mientra me indicaba que me girase hacia el pasillo.

Miré por sobre mi hombro y me sorprendió ver a alrededor de diez chicas rodeándonos y un montón de estudiantes que se aglomeraban tras ellas.

Alcé una ceja, dejando mi mochila en el suelo junto mí debidos a la particular escena que se estaba llevando a cabo.

— ¿Qué es esto? – mis ojos se fueron directamente hacia Hanna.

Ella tembló de impotencia en su lugar y sus puños se cerraron.

— Son solo un montón de idiotas tratando de intimidarte – musitó al instante que dos de ellas se acercaron y la tomaron de sus brazos, alejándola de mi lado – ¡suéltame, idiota! – la pelinegra pataleó.

Me giré de lleno, viendo como dejaban a Hanna tras todas ellas, la miré por un largo segundo, viendo como ella simplemente se soltaba con brusquedad, acomodando su uniforme nuevamente en su lugar e intentaba avanzar nuevamente hacia mí, pero se lo impidieron.

Me rasqué la nuca, algo descolocada ante la infantil situación que estaba a punto de desatarse.

Eran poco más de diez chicas y todas me miraban con rostros de desaprobación mezclado con algo más que no pude distinguir.

wingless [park jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora