2. Park Jimin

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— ¡¿No sabes cerrar la boca?! – exclamó Hanna, tirando de su largo cabello oscuro al pasearse de un lado a otro dentro del baño de damas.

Me encogí de hombros, sentada sobre el lavabo, completamente entretenida al verla tan nerviosa.

— Ese tipo es peligroso – señaló, sin dejar de moverse hacia todos lados.

— Si es tan peligroso – hice un ademán con la mano – ¿Por qué no lo expulsan y ya?

Hanna soltó el aire contenido en sus pulmones, alzando la vista hacia mí.

— Porque todos saben que no hay que cruzarse en su camino, Tara.

Rodé los ojos y Hanna suspiró, acercándose hacia mí.

— Eres mi única amiga en esta apestosa institución – musitó en tono más calmo – ¡No puedes meterte en esta clase de problemas el primer día!

Blanqueé los ojos en cuanto comenzó a chillar de nuevo, pronunciándome otra vez el discurso de la auto-preservación y el autocuidado que mamá ya se había cansado de repetirme. Evité sonreír cuando ella posó su mirada sobre mí y negó con la cabeza, justo como mamá lo hacía.

Un segundo después junté mis labios y miré hacia Hanna cuando se detuvo abruptamente causa del timbre, que indicaba el inicio del primer periodo de clases.

— Tara, tú no tienes remedio – susurró con exasperación.

— Así me amas – parpadeé hacia ella tratando de hacerla sonreír, y funcionó.

Y así era. Pese a que conocía a Hanna por poco más de cuatro meses, habíamos forjado una amistad bastante improbable según todos los parámetros de mis amistades previas.

Ella meneó su cabeza, acomodó su mochila y se paró en cerca de la puerta de salida, estirando su mano hacia mí. De un salto bajé del lavabo y corrí a tomar su muñeca, saliendo disparadas del baño en dirección a nuestra primera clase.

Afortunadamente, mamá había conseguido que me dejaran en el mismo salón que Hanna.

Conocí a Kim Han Na la primera semana en la que llegamos a Corea. Ella era la hija del gerente principal de mi madre. Sus padres eran personas encantadoras y cuando los conocí por primera vez, quedé fascinada con ella y con la dinámica de su familia.

Ha Nuel, la madre de Hanna, se ofreció amablemente a ayudarme a pulir el coreano que había estado aprendiendo con tutores particulares antes de entrar en algún instituto e inevitablemente me volví amiga de su hija menor, la que era solamente un par de meses mayor que yo.

Hanna era una amante innata de la química y la ciencia, solía alterarse con facilidad y siempre me mantenía con los pies sobre la tierra.

— ¿Lista? – preguntó cuando llegamos finalmente a la puerta de nuestro respectivo salón.

— Lista – anuncié y ella tiró de mí hacia adentro.

El salón estaba lleno de jóvenes que hablaban entre ellos y se ponían al tanto de sus vacaciones. Mi amiga rodó los ojos en cuanto algunos se fijaron en nosotras sin ninguna clase de disimulo.

— Ya pasará – balbuceó por lo bajo, caminando hacia el uno de los lugares que tenía dos bancos desocupados. – a estos idiotas les llama la atención lo diferente, me pasó exactamente lo mismo cuando regresé de Nueva Zelanda.

Otra cosa que amaba de Hanna, era que odiaba tanto a las personas como yo. Era un hecho científico, ambas estábamos hecha una para la otra.

— ¿Te parece este? – me miró señalando el pupitre, uno de los últimos en el salón.

wingless [park jimin]Where stories live. Discover now