III. En un sueño

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Mi celular suena con la tercera alarma de la mañana, ya he apagado las primeras dos así que esta es la última oportunidad antes de llegar tarde al trabajo.

Mi cepillo no volvió a caer por arte de magia afortunadamente así que solo trato de olvidarme del incidente de la noche.

Antes de salir escucho como unos vecinos comentan sobre la falla que ocurrió con la electricidad anoche y me sorprende que todavía nadie sabe que ocurrió.

Y eso es mucho decir cuando hablamos de las señoras del edificio que se enteran de absolutamente todo.

El bus afortunadamente pasa apenas llego a la parada así que llego antes de lo normal al trabajo.

Lili me saluda apenas cierro la puerta.

—He visto Lucas llegar hoy justo antes de que entraras, me comentó que cuando pudieras te pases por su oficina.

La oficina del coordinador de recursos humanos era mi lugar favorito para estar en días normales pero hoy que siento una pesadez horrible me dan ganas de correr.

Dejo mis cosas en mi mesa y me dirijo a la puerta al final a la derecha.

—¿Me llamabas? —pregunto desde la puerta que ya se encontraba abierta.

El está corriendo por la oficina.

—Hola niña, perdí mis lentes por décima vez y no los consigo, me voy a morir, pero por otro lado —se levanta y se me acerca—, haciendo cuentas noté que pronto se acercan tus vacaciones, estoy organizando para enviárselo a Carla pero ella quiere todo específicamente de una manera y honestamente no entiende que igual si estuviera en una bolsa es... ¡Lo mismo!

Defecto número uno del chico ojos castaño que se convirtió en algo así como mi mejor compañero de trabajo: habla como un loro.

—Tu ética de trabajo no te dejaría entregarlo en una bolsa, ¿lo sabes, no? —le digo cruzando los brazos.

El levanta una mano con sus lentes, estaban entre unas carpetas en su mesa. —Obvio que nunca lo entregaría en una bolsa, ¿quién me crees? Hablo de que el orden de los factores no altera el producto, o así me enseñaron a mí.

Asiento y me acerco, sentándome en frente de él, como tiene apenas un año menos que yo siempre lo he tratado con más familiaridad.

Noto el collar con una piedra morada colgando de un collar su cuello.

—¿Realmente crees que esas piedras tengan poder? —le pregunto curiosa.

El frunce el ceño y luego entiende de que hablo así que toca la piedra.

—Mi madre me decía de pequeño que si tu pedías un deseo a una piedra y este se cumplía significaba que esa piedra era tuya, especialmente dada por la tierra para ti —da un suspiro triste—, ella me contaba que no, ellas no son mágicas de por sí pero que sirven como conducto para que la energía pase por ahí y dependiendo de la piedra la energía sería distinta.

Asiento.

—Deberías un día conocer a una amiga, te encantaría —le cuento.

El niega. —Sabes que ahorita ando intentando algo con Robert, pero si no se da te digo e intento, tengo tiempo sin salir con una chica.

Levanto los hombros. —Lo que tu digas, niño, hablamos luego —le digo mientras me levanto—, tengo que ir a trabajar.

—¡Esa es la actitud! —me comenta.

Llegar a mi apartamento y encontrar en la puerta a una enojada Jackie no estaba entre mis planes, pero a veces la vida quiere armar dramas de la nada.

Sombra Oscura ©Where stories live. Discover now