VIII. Es un caos

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—No puedo ser tan mal educado, me presentaré —dice él media hora después en un tono de burla, sus ojos brillando por si solos en la poca iluminación de la habitación.

Ahora que me fijo bien noto la raya extraña en su ojo derecho, un azul claro que contrasta completamente con el rojo.

Logré calmarme un poco tomando respiraciones largas y contando.

—No quiero saber quién eres —le digo.

—Igual no me importa qué quieres o no, aquí eres la secuestrada, ¿recuerdas? —Lo odio, su voz ya más que temor me causa irritación—. Así que te lo diré.

—Lo repito, yo...

—Cállate —un gesto con su mano y mi boca se cierra por sí sola, haciéndoseme imposible abrirla de nuevo—. Prosigo, soy Chaos, mucho gusto, demonio menor de este cutre lugar.

Trato de gritar y no puedo abrir la boca todavía, el sigue moviéndose alrededor de la habitación como si no hubiera ningún problema.

Muevo los pies desesperadamente, tratando de levantarme y soltarme del agarre que me mantiene atada. Lo único que logro es que mi mejilla choque contra el piso y suene estrepitosamente.

Me duele y me quedo quieta tratando de ubicarme lentamente de otra forma, sus zapatos se posan frente a mí y lo veo agacharse.

—¿Eres más que una princesita llorona entonces? —dice con una ceja alzada.

Le gruño en respuesta, mis labios todavía pegados. Me agarra por la cintura y me quedo quieta mientras me levanta y me vuelve a poner en la posición que estaba antes.

Chasquea sus dedos y mis labios se sueltan, le escupo en los zapatos rápidamente.

—Eres un maldito —es lo único que murmuro cansada mientras tiro mi cabeza hacia atrás.

—Te recuerdo que no soy el único maldito en esta habitación.

Luego de eso ambos nos quedamos callados un rato, hasta que otras pisadas se escuchan acercarse fuera de la habitación.

—Ya me tengo que ir, te torturaré en otro momento —dice y se coloca al lado de la puerta que se abre mostrando a Lilith sosteniendo del cuello de la camisa a un hombre.

Gabriel.

El demonio —Chaos— se escabulle y se va sin cruzar palabras con Lilith.

Ella solo tiene ojos para mí en estos momentos al parecer. A pesar de sostener al hombre que recorre mis sueños y pesadillas entre sus manos.

El está callado, su ojos mirando al suelo.

Ella lo lanza a mis pies y observo el estado en que está, adolorido y sangrante, su cabello pegado a la frente con sudor.

—Un regalito para que disfrutes un rato —dice ella señalándolo—, ¿ves que no soy tan mala?

—¿Qué tengo que hacer para que nos dejes en paz? —le grito entre lágrimas.

Ella ríe y Gabriel se estremece. —Ay lindura, estoy cansada de ustedes ya, siempre lo mismo, su alma no vale tanto, ¿lo sabes, no? No me interesa tampoco ese pacto en el que reencarnas y vuelves a estar por mi vista.

—¿Entonces qué quieres? —digo temerosa de la respuesta.

Acaricia con su mano el cabello de Gabriel que sigue sin levantar la mirada. —Quiero que me sirvan a mí, que ambos —hace énfasis en la palabra—, estén a mis servicios.

Sus palabras me confunden.

—No entiendo.

—Se rápida, Gabriel es un íncubo y cumplía sus tareas hasta que te volvió a encontrar, su pseudovida era repetitiva y normal para esa clase de esclavo demonio.

—Quieres que sea como él —concluyo.

Asiente. —Quiero que seas una de mis esclavas súcubo y te encargues así como Gabriel de hombres en la tierra.

No puedo respirar, no puedo hacer nada, el trato que me está ofreciendo es la muerte de mi vida normal y ni siquiera podré quedarme con él, solo me ofrece otro castigo distinto a la muerte.

—No me vas a responder en estos momentos —dice interrumpiendo mis pensamientos—, ahorita vas a volver a la tierra con este inútil porque tengo cosas más importantes que el trato de una niñita encaprichada de años atrás.

Ignoro el comentario ofensivo y pregunto: —¿Puedo responderte cuando quiera?

—Phoenix, el plazo será de dos semanas, para mí algo así como segundos, para ti por otro lado—dice mirándolo—. Quizá te sirva para despedirte o disfrutar, qué sabré yo, es tu vida por dos semanas, luego te encontraré para que me des una respuesta.

Todas las ataduras que me mantenían en la silla se sueltan y caigo sosteniendo a Gabriel entre mis brazos, quien se pega a mí fuertemente.

—¿Y si digo que no? —la miro.

Gabriel me aprieta más hacia él sin hablar.

—Si dices que no —se ríe ella—. Tranquila, no dirás que no.

Ella sale cerrando la puerta y lo agarro por las mejillas para que me mire. La pupila grande hace que sus ojos verdes luzcan oscuros, no puede mirarme fijamente, parece perdido.

—Gabriel... ¿Gabriel? —digo, el no responde, solo coloca su cabeza en mi hombro.

Es un demonio, aunque sea un esclavo igual no puede morir. Es el único pensamiento tranquilizador que me queda.

Lo abrazo cerrando los ojos y no sé como pero al abrirlos me encuentro en mi apartamento, un timbre sonando fuertemente, la calidez del mundo real tomando mi cuerpo y un hombre en mis brazos que está desmayado.

No me da tiempo para analizar todo, solo actúo, lo suelto y abro la puerta, un chico con una caja de comida mirándome. —Llevo cinco minutos aquí...

Lo interrumpo. —Necesito su ayuda.

El se ve disgustado. —Al menos págueme primero, dice extendiéndome su mano. Observo la sala y al detallar el piso encuentro el dinero con el que iba a pagar, lo recojo y se lo doy.

—Pase, rápido —le digo y lo hace, dejando rápido la caja en la mesita cercana y observando al hombre a nuestros pies—. Necesito que me ayude a llevarlo a la cama —le señalo a Gabriel.

Frunce el ceño mirándolo pero aun así me ayuda y entre los dos lo llevamos al cuarto. Tirándolo en mi cama, lo miro dormir preocupada.

Acompaño al chico hasta la puerta. —Gracias.

Él se acomoda su gorra naranja. —De nada —sale por la puerta y estoy a punto de cerrar cuando se gira—. Señorita, no es mi problema, pero si tiene algún problema con ese hombre lláme a la policía inmediatamente, los borrachos no piensan racionalmente.

—Él no está...

—O tome mi número y llámeme —me da una tarjeta pequeña con el nombre de la empresa y un número rayado con marcador—, tenga cuidado.

No dice más y cierra.

Tampoco veo necesario explicarle lo que tiene Gabriel, porque no es una borrachera, pero tampoco entiendo por qué se encuentra así.

Sombra Oscura ©Where stories live. Discover now