X. Pasado

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Londres.
1860.

Sarah giraba en sus manos la pulsera que le había regalado unas semanas atrás Gabriel a escondidas, una reliquia que había pasado en su familia por generaciones y que había entregado a ella en un acto de amor verdadero e ilimitado.

Se habían jurado amor eterno, habían ido en contra de las costumbres locales, tuvieron relaciones y rompieron cada código que separaba a las clases sociales.

Ella, clase alta y el clase baja.

Ella, la niña mimada de los padres. Él, el hijo trabajador que ayudaba a su familia.

Londres era una locura, la clase alta y la clase media vivían tan parecidamente que Sarah no entendía como la familia de él era tan distinta, aunque entre paredes finas se escucharan las razones por las cuales las familias terminaban así a ella no le parecía correcto esas condiciones de vida.

Pero tampoco le importaba mucho, no cuando ella igual se escabullía para ver a su amor, arriesgando a todos en su camino.

Se ajustó más el corset antes de terminar de vestirse, queriendo verse lo más hermosa pero molestándose al verse en el espejo, nunca se vería como una princesa aunque se arreglara lo más posible.

La noche cayó rápidamente y bajó por la ventana como un ladrón cualquiera, con miedo y adrenalina corriendo por sus venas, sabía con certeza que sus padres matarían a Gabriel si los vieran juntos.

Al bajar completamente se encuentra en el jardín de su hogar, con arbustos altos que la ayudan a cubrirse de cualquier ojo que la encontrara en el lugar.

Sin embargo, un guardia se encontraba parado más adelante y no lo notó hasta que casi chocan y el la agarra por los hombros.

—Tranquila, princesa, te vas a caer si sigues corriendo —dice el burlándose de su inseguridad principal.

Ella no cede y gira los ojos ante lo inoportuno que es. —Hemos hecho un trato, así que cállate antes de que alguien nos oiga aquí y piense mal.

El guardia solo levanta sus cejas en burla —¿Qué pensarían?—. Se toca con un dedo la barbilla—. ¿Qué te estás acostando con la plebe?

Ella camina rápido lejos de él pero la sigue con pasos largos, el vestido le hace casi imposible a ella seguir en la delantera así que se voltea para encararlo.

—¡Déjame en paz! ¿Quién te crees tú para hablarme así?

La rabia se cuela en su voz y él sonríe encantado. —Me encanta cuando te pones rabiosa, pero hoy no creo que sea bueno que vayas a ver a tu amorcito, si no me equivoco...

No continúa la oración y ella lo empuja con ambas manos.

—¡Termina lo que ibas a decir!

El la sostiene de la muñeca con fuerza. —Si no me equivoco está jugando un poco con una linda mujer.

La niña de cortos 16 años entiende la indirecta, alejándose del hombre. —Mentiroso, haré que mi padre te despida.

—¿Qué le vas a decir? Porque si abres tu boca yo le comento lo que es nuestro trato, como te escabulles cada noche vestida así, en busca de tu amante.

Sarah corre, levantando la falda de su vestido y dejando de importarle su peinado o el sudor frío que corre por su cara, solo quiere encontrar a Gabriel y cuando lo encuentra cae arrodillada de la conmoción.

Porque en la casita donde siempre se encontraban, el lugar donde tuvo su primera vez y donde juraron amor a Dios, justo ahí sentado en un sillón estaba Gabriel.

Besándose con una mujer.

La chica suelta lágrimas por la pérdida de su amor pero pronto nota como Gabriel está atado en sus manos, sus ojos casi cerrados como si estuviera ido por el vino, como si no supiera donde está.

En un impulso valiente ella corre y de un golpe baja a la mujer, tirándola al piso y golpeando su cara con una madera que encontró, la mujer se revuelve en los brazos, tratando de soltarse, pero Sarah la tiene atrapada y no es hasta que con un cuchillo que encuentra cerca y lo pasa por el cuello de la mujer que cae y se da cuenta de lo que hizo.

De todo lo que acaba de pasar.

Porque asesinó a una mujer.

Y por qué otra muchísimo más hermosa se está acercando a ella ahora.

La mujer aplaude observando el desastre que ocurrió, y en voz gutural, como si no fuera de este mundo, habla.

—Asesinaste a una de mis hijas, ¿cómo vas a pagar por esto?

Sombra Oscura ©Where stories live. Discover now