Escena 1

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Escena 1

Aquella mañana del cuatro de julio, el auditorio escolar estaba lleno de todas las familias de los graduados que terminaban con sus seis años de primaria. El evento de entrega de diplomas había terminado y el director cerraba la ceremonia con un discurso final dirigido a los graduados y a sus familiares, una disertación emotiva y calurosa donde les deseaba a cada uno de sus alumnos lo mejor para el futuro, instándolos a seguir adelante con sus estudios.

Desde uno de los asientos como espectadora, una jovencita de trece años, cabello café opaco y ojos canela, se movía inquieta, esperando que todo terminara para ir a felicitar a sus amigos, al tiempo que gruesas lágrimas corrían por sus mejillas dada la emoción que sentía por ellos... o por la tristeza que le daba no estar junto a ellos. Ella también debía estar allí, recibiendo su diploma de graduación.

Finalmente, el director terminó con su discurso y el público invitado rompió en fuertes aplausos. En el momento en que todos se pusieron de pie para ir a felicitar a los egresados, ella también saltó de su asiento cual resorte y se abrió paso entre el mar de gente, con la única meta de llegar con sus queridos amigos. Los divisó junto a un pequeño grupo de sus compañeros.

—¡Beky! ¡César! —los llamó con todas la fuerzas de sus pulmones, en lo que sacudía el brazo como loca para que la localizaran y así lo hicieron ellos.

—¡Abril!

César y Rebeca, conocida por todos como Beky, la nombraron con grandes sonrisas en sus rostros, y cuando Beky iba a decir algo más, Abril se les lanzó con ímpetu en un gran abrazo de oso; uno que fue complicado porque aunque ella y César casi median lo mismo, midiendo ella 1.53 m. y él 1.56 m., Beky era bastante baja con su 1.42 m. Así y todo, se las apañó para abrazarlos a ambos.

—Estoy tan feliz por ustedes, chicos —dijo Abril, sin dejar de sollozar—. Ya serán de secundaria. ¡Qué envidia!

—¡Ja, lo sabía! Que estarías celosa de que tú todavía serás una niña de primaria y nosotros ya somos unos jóvenes adultos —se burló César—. Eso te pasa por ser tan bruta.

—¡Bruto serás tú! —recriminó Beky, zafándose de los brazos de Abril para asestarle un puñetazo en el brazo al chico—. No es culpa de Abril. Es culpa de su problema para concentrarse. El doctor se lo dijo. ¿No ves que hasta le dieron medicina y todo?

—Es cierto, César. El doctor dijo que era para canalizar toda mi energía de buena manera o algo así —asintió Abril, meditativa, intentando recordar todo lo que el galeno le había dicho a sus padres.

—Bah, excusas, excusas. Así hasta yo puedo reprobar no sólo dos, sino hasta tres años y no tener castigo —declaró el chico como si fuera lo más evidente.

—Deja de comportarte como un imbécil con tu amiga —le regañó Beky.

—Oblígame, zotaca* —la retó, socarrón.

—Tarado —insultó ella, a punto de asestarle otro golpe, pero él sujetó su mano y cuando ella intentó darle con la otra, también se la sujetó, por lo que ahora se enfrascaron en una especie de lucha de vencidas, intentando ver quién empujaba más a quién.

Abril miró la riña de los dos y sonrió con alegría; seguían siendo los mismos peleoneros de siempre, aun pese a ya haberse graduado. Tan concentrados estaban los tres en sus propios mundos, que no se dieron cuenta de que alguien más llegaba por detrás de Abril y la abrazaba por la espalda con una fuerza abrumadora.

—¡Ah! —gritó la víctima, sorprendida.

—Ay, ¿pero a qué bellezas tenemos aquí, peleándose y divagando en otro mundo tan temprano? —Fue el saludo de la persona detrás de ella, divertida.

No necesitamos decirlo #RaekenAwards17Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin