Escena 7

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Escena 7

Emilio se hallaba acostado en el sillón, viendo caricaturas; apoyaba su codo en el asiento y descansaba la cabeza en la mano, mientras que con el meñique de la otra se picaba la nariz, sacándose los mocos y embarrándolos en la tela del mueble. Rogó que su abuela no lo viera o le daría el regaño de su vida. En eso, el teléfono de la casa sonó. Rezongó con fastidio, levantándose de su cómodo lecho con pereza y fue a contestar el aparato, arrastrando los pies. Tan sólo esperaba que no se tratara de otro estafador mediocre.

—¿Diga? —inquirió con voz monótona, sin dejar de picarse la nariz.

—¡Emi, hay una alerta fruta, código uva! —Escuchó la alarmada voz de su amiga.

—¿Eh? —Fue su confusa respuesta—. ¿Qué tonteras dices ahora?

—No son tonteras, es importante. Beky tiene problemas, así que voy por ti. Espérame.

Y le colgó. Emilio miró el auricular unos instantes, extrañado. ¿Qué había sido eso? Se encogió de hombros, colgando de igual forma y regresó a la sala, mas apenas iba a tumbarse de nuevo cuando desesperados golpes se oyeron en la puerta. El niño rodó los ojos con exasperación. ¿Por qué el afán de Abril de llegar a arruinarle su último fin de semana antes de la escuela? Fue a atender el llamado.

—¿Qué...?

No alcanzó ni a preguntar cuando Abril lo tomó por la mano y lo estiró con ganas.

—Vamos, tenemos que irnos ya —lo apremió, ansiosa.

—Espera, torpe. —Emilio se resistió—. Tengo que ponerme zapatos.

Abril vio que su amigo estaba descalzo, con sólo calcetines.

—Emi, te dije que vendría por ti. ¿Por qué no estás listo? —reprendió ella, impaciente.

—No me diste tiempo —recriminó él, irritado—. ¿Y cuál es la bendita urgencia?

—Ya te lo dije. Es Beky. Vamos a que te pongas algo.

Abril lo empujó con apetencia, ambos dirigiéndose al cuarto de él para que se calzara sus tenis y mientras él se ponía uno, Abril le ponía el otro.

—¡Puedo hacerlo solo! —se quejó Emilio, airado de que lo tratara como un bebé.

—No hay tiempo. Listo. Ahora vamos.

Lo tomó de la mano otra vez y lo arrastró consigo, encontrándose con Ignacia en el pasillo.

—Niños...

—Lo siento mucho, doña Ignacia. Tenemos prisa, iremos al parque. Al ratito le traigo a Emi —se disculpó Abril sin detenerse.

—Ya vengo, abuela. —Fue lo único que alcanzó a decir Emilio antes de que los dos salieran de la casa.

—¡Ah! Vigorosa juventud.

La mujer mayor suspiró con nostalgia antes de retomar sus quehaceres.

***

El par de amigos arribó al parque de juegos, donde siempre habían jugado cuando eran más pequeños y el que se había convertido en uno de los puntos de reuniones para el grupo. Al pagar su entrada, ambos divisaron a los otros tres cerca de la zona de columpios. Abi se cruzaba de brazos teniendo una expresión seria en su hermoso rostro, Beky estaba sentada en un columpio, con los hombros y la cabeza bajos, mientras que César iba y venía, sus facciones llenas de disgusto y cólera. Se acercaron a ellos con la respiración entrecortada por la carrera pasada.

—¿Qué pasa? —preguntó Abril, preocupada, no conociendo los detalles, pero increíblemente sintiendo la gran tensión en el ambiente.

Nadie respondió durante unos segundos, hasta que Abi soltó la bomba.

No necesitamos decirlo #RaekenAwards17Where stories live. Discover now