Escena seis

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Escena seis

Abril estaba en casa de su vecino. Era día de lavar la ropa y mientras esperaba a que se secaran las prendas tendidas en el tendedero para ayudar a Ignacia a doblarlas, tanto ella como Emilio jugaban en el patio trasero. O más bien dicho, él jugaba con el trompo que su abuelo le había dado años atrás, al tiempo que ella lo miraba completamente fascinada. El niño era muy bueno desde su punto de vista.

Hacía que el trompo girara sobre sí mismo sin esfuerzo alguno y no sólo eso, sino que hasta hacía uno que otro truco, como la pala, donde se inclinaba para hacer que el trompo subiera a su mano y quedara girando en la palma por unos segundos; también efectuaba el cohete, consistente en tomar la punta del trompo con la cuerda, con un par de vueltas para sujetarlo bien y luego lo triaba hacia arriba para tomarlo con la mano, sin que dejara de girar sobre la palma.

En estos momentos, Emilio intentaba perfeccionar el búmeran para poder hacer el puente, que era un movimiento más experto y que era su principal meta a conseguir. Gruñó con fastidio cuando no le salió bien el movimiento y aun así Abril le aplaudió, admirada.

—Eres tan bueno con el trompo, Emi.

—¿Te burlas de mí? —preguntó, molesto, en lo que enrollaba la cuerda en el trompo para intentarlo de nuevo.

—No lo hago —se defendió ella, ofendida—. Eres muy, muy bueno, de veras que sí. No sólo eres listo y sacas dieces en tus boletas, también eres bueno en los deportes, en los videojuegos y aparte manejas el trompo súper bien. ¿En serio hay algo que no puedas hacer? Es que eres tan, tan genial, Emi.

—Calla, me desconcentras —la silenció, malhumorado.

—Ouh, no seas malo... ¡Ah! Ya sé, ya sé. Déjame intentarlo, ¿sí? ¿Porfa? —rogó con ilusión.

—¿Eh? ¿Quieres intentarlo? —La miró incrédulo—. Pero si eres más torpe que el más torpe de todos los torpes.

—¡No lo soy! Es sólo que... a veces no es mi día... casi diario —murmuró nada convencida.

Emilio la vio con cara de "eres condenadamente torpe y lo sabes; no lo niegues que no sirve". Abril infló los cachetes, azorada.

—Bueno sí, está bien, soy torpe. Pero eso no quiere decir que no me esfuerce por hacer las cosas. Anda, déjame intentarlo, ¿sí? ¿Porfis? ¿Porfis?

Lo miró con sus grandes y brillantes ojos color canela, juntando las manos en plegaria y haciendo un puchero que le pareció por demás adorable (no que fuera a admitirlo alguna vez), así que Emilio no tuvo el corazón de negarse y suspirando con molestia, le tendió el trompo, reticente.

—¡Yey! Muchas gracias, Emi —agradeció sonriente, tomando el juguete con una mano y con la otra le revolvió el cabello.

—Para ya. No es para tanto y es Emilio, no Emi.

La apartó de un brusco manotazo, yendo a apoyarse en una de las paredes, cruzándose de brazos, adoptando una posición despreocupada.

—Quiero verte hacer el ridículo.

Abril miró el objeto en sus manos, encantada; luego tomó aire y lo exhaló con lentitud, dándose ánimos a sí misma, determinada. Se enrolló en el dedo el pedazo de cuerda libre, posicionándose para lanzarlo y cuando lo hizo, el juguete salió disparado sin nada de gracia, como si fuera un proyectil, quedando tirado en el suelo, inmóvil. Emilio rio por lo bajo.

—Buh, sáquenla. No sirve —la abucheó con malicia.

—Eso no vale. Ese era el de calentamiento —se justificó, abochornada—. Ahora viene el de verdad.

No necesitamos decirlo #RaekenAwards17Where stories live. Discover now