Escena nueve

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Escena nueve

Abril se encontraba sentada en una de las mesas de La Fresquita. Era sábado al mediodía y había quedado con los chicos de reunirse allí para hablar de cómo les había ido en su primera semana de regreso a clases y demás. Esperaba pacientemente, en lo que se comía su nieve sabor choco-chips, hasta que sintió que alguien le tapaba los ojos y que apoyaba casi todo su peso en ella.

—¡Ah! —gritó, tomada por sorpresa.

—Adivina adivinador, ¿quién soy? —preguntó la persona en tono cantarín y jovial, distorsionando un poco su voz para no ser descubierta tan fácilmente.

—Eres Abi, obviamente —respondió ella, riendo divertida.

—¡No es justo! ¿Cómo lo supiste tan rápido? —se quejó, descubriéndole los ojos.

—Es que te quiero tanto que te conozco muy bien. —Abril se sintió orgullosa de decir aquello.

—Oh, cariño. —Abi la abrazó con amor—. Eres tan dulce y adorable. Déjame secuestrarte, plis. Te esconderé en mi armario. Es espacioso, créeme, y te dejaría ponerte toda la ropa que no quiero. Es más, hay que convencer a nuestros padres de que te intercambien por Martín.

Abril volvió a soltar una risotada por las ocurrencias de su mejor amiga, en lo que le devolvía el abrazo gustosa.

—¡Qué mala eres con tu hermano! Martín no es un mal niño.

—Eso dices tú porque no vives con él —rezongó la joven, sentándose a su lado—. Pero de cualquier modo no creo que mi sueño se haga realidad. No creo que tus padres puedan vivir sin ti y en caso de que sí, Míster Gruñón es otra historia. Hablando de él, ¿no vino?

—No. —Abril sacudió la cabeza—. Ya sabes cómo es Emi con estas juntas. Ejem. —Se aclaró la garganta para darle mayor énfasis a su dramática imitación de Emilio, frunciendo el ceño en disgusto y manejando un tono huraño, en lo que se cruzaba de brazos—. "No quiero nada que tenga que ver con sus tontos chismes, así que no iré". O algo así.

Fue el turno de Abi reír como desquiciada, en lo que le daba fuertes golpes a la mesa.

—Has sonado justamente igual que él. Tantos años de estar juntos tenían que influirte al menos para algo, ¿eh?

—Sí, creo que sí. —También sonrió con buen humor.

—Iré a pedir una paleta o algo en lo que Beky y César llegan.

Abril asintió y cuando la pelinegra compró su paleta de fresa, conversaron un poco de trivialidades en espera de los otros dos, quienes llegaron unos diez minutos después.

—¿Qué hubo? —saludó César, levantando la mano, causal, con Beky a su lado.

—¡Beky! —Abril se levantó de su asiento para ir a abrazar a la pequeña chica—. ¿Estás bien? ¿Te fue bien en tu nueva escuela? ¿Te sientes muy sola? He estado tan preocupada por ti esta semana.

—Tranquila, tranquila. —Beky le dio palmadas en la espalda, confortadora—. En realidad me ha ido bastante bien.

—¿De veras? —Abril se apartó y viendo la seguridad en el rostro de su amiga, sonrió aliviada—. ¡Qué bueno! Me alegra.

—Hey, hey. A mí tampoco me has visto en toda la semana —protestó César, herido o celoso o envidioso, o quizás de todo un poco—. ¿Qué a mí no me vas a preguntar cómo me fue ni me vas a abrazar?

—Claro que sí. —Abril también le dio un fuerte abrazo—. ¿Cómo te fue en tu primera semana de secundaria, César?

—Estuvo bien, no me quejo. —César sonrió con astucia—. Oye, aprovechando que estás tan cariñosa, también podrías darme un beso en el cachete, ¿sabes? Todos en secundaria se saludan así.

No necesitamos decirlo #RaekenAwards17Where stories live. Discover now