Escena XIV

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Escena XIV

—¡Sí, señor! Mis padres sí que supieron cuándo traerme al mundo —exclamó Abi por demás contenta, terminándose el café descafeinado que acompañó al pastel.

Los cinco amigos estaban reunidos en casa de la bella joven, festejando su cumpleaños número catorce. Sus padres todavía no llegaban del trabajo, pues su padre tenía consulta hasta tarde dadas las vacaciones de fin de año que tomó, y su madre tenía el turno de la tarde esa semana. De allí que Abi dispusiera de su hogar para hacer lo que se le antojara, corriendo a su hermano Martín a su habitación, amenazándolo de que si salía le tiraría todos sus juguetes, tal como la buena y abusiva hermana mayor que era.

—Es cierto, Abilene. En estas fechas te bañas en festejos y regalos —le dijo César, casual—. ¿Por qué no nací con esa suerte?

—Porque de seguro que al verte, la suerte se asustó —dijo Beky, burlona.

—Tú cállate, zotaca. Si supieras cuántas chicas suspiran por mí no dirías eso —se vanaglorió el chico.

—¿Cuáles? ¿Las de tu imaginación? —siguió mofándose ella, divertida.

—No, en realidad sí es popular entre las chicas —declaró Abi—. Pero eso es simplemente porque siempre está conmigo. Obviamente yo le doy toda su popularidad. —Le enseñó la lengua, pilla.

Beky y Abril rieron divertidas por el comentario, sacándole protestas a César de que eso no era cierto, en lo que Emilio apoyaba el codo en el brazo del sillón en el que estaba sentado y descansaba la cabeza en la mano, aburrido.

—Y hablando de esos preciosos regalos. A ver, mis bellezas, ¿qué le han traído a la más hermosa de sus amigas? —quiso saber Abi con claro y exagerado interés y soberbia.

—Oh, oh. Yo quiero ser primero. ¿Puedo, puedo, puedo? ¿Porfis?

Abril se levantó de su lugar a un lado de Emilio y sacudió la mano con vigor para que la escogieran, como si estuviera en la escuela y deseara responder desesperadamente a una pregunta.

—Claro que sí, cariño —la alentó Abi, enternecida por su actitud infantil y entusiasta—. ¿Qué me trajiste?

Abril tomó su regalo, envuelto en papel rosa pastel con letras que decían "I Love You", y se lo entregó a Abi con una gran sonrisa.

—¡Feliz cumpleaños, Abi!

Abi se apresuró a romper el papel y descubrió la caja de un pequeño perfume, muy adecuado para Abi por ser dulce y alegre, pero también coqueto.

—¡Oh, my God, cariño! ¡Es divino! —Abi le agradeció dándole un fuerte abrazo—. Muero por usarlo ya. Con esto tendré a todos en la escuela bajo mis pies.

Y rio como una desquiciada, imaginando su próximo imperio de dominación masculino.

—Ay, no, Abilene. Yo soy el que tiene que soportar esos olores tan fuertes. Me marean, tú —se quejó César, tapándose la nariz de tan siquiera pensarlo.

—Eres tan delicado, César —lo regañó Beky y luego se llevó una mano al pecho para expresar con solemnidad—. Lo que pasa es que no comprendes la sensibilidad femenina transmitida a través del perfume selecto.

—No entendí ni una palabra de lo que dijiste, zotaca, pero okey.

—Es que eres tarado, por eso.

—No. —Emilio habló por primera vez después de un largo rato de no soltar ni pío y miró a Beky con tedio—. César tiene razón. Los perfumes dan asco.

No necesitamos decirlo #RaekenAwards17Where stories live. Discover now