Escena 4

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Escena 4

—Muchas gracias, vuelva pronto.

La señora de la tienda despidió a uno de sus clientes para seguir con el otro, tratándose de nadie más que de Abril, trayendo consigo sus respectivos dos Danoninos. Sonrió afectiva.

—Hola, Abril. Ahora sí había, ¿eh?

—Sí, creo que es porque es temprano en la semana —respondió ella, feliz.

La señora asintió y le cobró los yogures.

—Aquí tienes. —Le devolvió el cambio—. Me saludas a tu mami, ¿sí?

—Claro que sí, muchas gracias. ¡Pase buen día!

Abril sacudió la mano en forma de despedida hasta que salió de la tienda y después se apresuró a correr a la casa de su amigo. Tocó una vez y casi al instante, Ignacia atendió.

—Hola, hola. Lo siento, mija, Emilio no está en casa.

—¿No está?

Eso definitivamente sorprendió a la muchacha, sabiendo de antemano que Emilio no era alguien de salir a menudo a menos que ella y los demás lo arrastraran con ellos.

—Fue al lote baldío que está a un lado del taller de Los Güeros. Se llevó su balón.

—Ya veo.

Abril supuso que Emilio quería practicar un poco, aunque seguía siendo asombroso porque normalmente lo hacía en su patio. Con todo, sonrió contenta por él.

—Me alegra que saliera al menos para eso, le hace falta que le dé el sol. Ah, no se preocupe, doña Ignacia, sé dónde está el lote. Iré a verlo.

—Muy bien, pero hazme un favor, ¿quieres? Llévale algo por mí, ¿sí?

—¡Claro!

Ignacia la condujo hasta la cocina, donde había un recipiente con jícama picada. Observó que la mujer tapaba el recipiente y lo ponía en una bolsa de plástico junto con un limón partido, el salero, unas cuantas servilletas y un par de mondadientes envueltos.

—Por favor, llévale esto para que ambos coman un poco, ¿sí?

Le entregó la bolsa.

—¡Qué rico! Seguro que le va a gustar. —Abril aprovechó para meter los Danoninos allí—. Ah, ¿tiene Tajín? A Emi le gusta ponerle mucho.

—Tienes razón. —Ignacia tomó el chile piquín de una de las despensas, pero antes de echarlo a la bolsa, miró a la chica y le advirtió—. Aquí está, pero te encargo que vigiles que no le ponga tanto, ¿de acuerdo? No quiero que se le irrite el estómago.

—Yo me encargo, descuide —accedió la chica y satisfecha con la respuesta, la mujer metió el bote junto a lo demás—. Ahora sí me voy.

—Cuidado en el camino, mija.

—¡Sí, gracias!

Abril salió de la casa y volvió a correr, yendo ahora al lote en el que se encontraría su amigo. Después de varios minutos de trayecto, llegó a su destino y efectivamente, allí estaba Emilio, practicando dominadas y demás trucos de fútbol por su cuenta, en medio del terreno desolado y lleno de yerbajo semi-seco.

—¡Emi!

Lo llamó, captando su atención, por lo que el niño dejó en paz el balón un momento, viendo que la chica movía su brazo como loca aun pese a que ya la había divisado, en lo que se acercaba a él con rapidez.

—Emi.

Llegó a su lado y se inclinó hacia adelante en un intento de recuperar el aliento, al tiempo que se limpiaba el poco sudor que se le había formado en la frente.

No necesitamos decirlo #RaekenAwards17Where stories live. Discover now