Capítulo 22: En la piel de una Dohrn

5.6K 1K 335
                                    

Capítulo 22: En la piel de una Dohrn

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 22: En la piel de una Dohrn

Me desperté en una habitación que olía a hospital. Por un momento, me preparé mentalmente para pedirle perdón a mamá por semejante estupidez, pero apenas podía abrir los ojos. Me sentía muy cansada y me dolía todo.

Moví la cabeza hacia un costado y distinguí a una mujer vestida de blanco. Una enfermera. A su lado, había otra mujer con un abrigo blanco y el pelo rubio bien atado. Hablaban en voz baja, dándome la espalda. La puerta de la habitación, de madera y vidrio, estaba entre abierta.

—¿Eliza...? —dije, casi sin poder creer en lo que estaba viendo.

Las dos mujeres dieron un brinco y se dieron la vuelta. La enfermera dejó caer la planilla y Elizabeth casi se lanzó sobre mí.

—¿Daria? ¿Dulzura? ¿Me escuchás? —Me agarró la cara y me pasó los dedos por los parpados. Abrí la boca para decir algo, pero solamente salió un gemido ahogado.

Estaba totalmente incrédula de haberlo logrado y, aunque también estaba feliz, no podía expresarlo. Algo no estaba bien conmigo y me sentía terrible, descompuesta. Estaba más desconcertada que otra cosa. No sé qué mierda me estaban administrando, pero me hacía sentir terrible. Parecía drogada.

Solo pude pensar en una cosa:

—¿Dan...?

—Daniel no está acá, cariño. Voy por tu padre. ¡Gracias a Dios! —dijo, dándome un beso en la frente.

—No, no... Klaus no —lloriqueé, entrando en la histeria. No me interesaba el imbécil padre de Daria. Yo solo quería ver a Daniel otra vez, tocarlo y sentirlo. Necesitaba asegurarme de que estaba vivo, sano y salvo. Era lo único que me importaba; Klaus podía morirse de depresión por mí—. Daniel, quie... ro a Daniel.

La enfermera vino hacia mí, controlando mi presión, las cosas que me inyectaban, los vendajes, mientras se ponía nerviosa con mis propios nervios en aumento.

—Señorita, calma.

—¡Quiero a Daniel! —logré chillar, con todas mis fuerzas.

Elizabeth puso una expresión de pena. Se acercó a la cama y ayudó a la enfermera a sujetarme las manos. A ninguna le estaba suponiendo esfuerzo alguno y me di cuenta de que mi grito tampoco había sido digno de admirar.

—Daria, querida. Daniel no está acá ahora. Tu papá si y no va a poder creer...

—Quiero a Daniel —dije, ahogadamente, negando con la cabeza—. Klaus no... me importa. No me interesa. ¡Lo... odio! Quiero a Daniel, lo quiero. Trae... traélo.

No le solté la mano hasta que ella asintió, pero me pareció que igual tendría que ver a Klaus antes que a Daniel y eso no me gustó nada.

—Lo haré, tranquila. Vos solo calmáte —me prometió Elizabeth y yo hice una mueca de disgusto. No, no me podía calmar. Me estaban inyectando cosas raras, me sentía como el orto y encima Daniel no estaba cerca.

La memoria de DariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora