Capítulo 40: Voluntad

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Capítulo 40: Voluntad

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Capítulo 40: Voluntad

Despertar a mamá no costó tanto. La sentamos en el sillón y ella logró recuperarse bastante rápido. Sin embargo, continuó pálida y reacia a creernos, simplemente porque la lógica la llevaba a buscar otras explicaciones.

Me agarró la mano con fuerza y no me dejó alejarme de ella.

—Brisa, todo esto es una locura. Por favor, para... —me pidió.

—Es una locura, mamá, sí —repliqué—. Pero no estoy mintiendo.

Estiré la otra mano para agarrar la foto, que había quedado en la mesita frente a nosotros y le dirigí una mirada breve a Daniel que se había quedado parado cerca sin saber qué hacer. Mi papá lo recorrió con la mirada, pero no dijo nada.

—Ya la vi, ya vi que sos igual a ella. Y él es igual al chico —contestó mamá, rechazando la foto—. Pero no quiere decir que no te hayas golpeado la cabeza...

Abrí la boca para aclararle lo otro, la razón por la cual yo era igual a Daria, pero mi papá me interrumpió.

—Lidia, creo que hay cosas que no nos dijo todavía y que ella merece que le demos la chance de creer en esto.

—¿Creer? —La voz de mamá se puso aguda y me soltó la mano—. ¡Hector, esto es de locos! ¡Locos!

Luna apretó los labios y se acercó a Daniel para recibirle el abrigo y ser un poco más hospitalaria. Se lo agradecí con la mirada, porque su llegada a la casa había sido tortuosa.

—Daniel estaba en la casa cuando volví de 1944, me estaba muriendo de hipotermia otra vez —dije, poniéndome de pie—. La casa sigue siendo de la familia Hess, del hermano del Daniel de 1944. Y yo volví pensando que hablaría con su fantasma y... —Me paré junto a mi novio, que se había sacado la campera en silencio, con mucha incomodidad por la expresión de mis papás—. Y él está vivo. Algo cambié en el pasado que, en esta línea temporal, Daniel renació hace veintiún años y ya no es un fantasma,

Hubo un momento raro de silencio, hasta que Luna se inclinó hacia delante, con la campera de Daniel en las manos, para acotar:

—Como en Volver al futuro, es re fácil de entender.

Papá le dirigió una expresión poco graciosa, pero no dijo nada. Nos quedamos en silencio por varios segundos hasta que le tomé la mano a Dan y tiré de él hacia delante.

—Daniel y yo nos reencontramos y estamos saliendo —repliqué, como si nada.

Obviamente, no era sorpresa para ninguno. Mamá, pese a sus dudas, esbozó una sonrisa triste.

—Sí, se nota —musitó, con suavidad.

Daniel apretó los labios.

—Me hubiera gustado conocerlos en una situación un poco menos rara, pero igual, es un placer.

La memoria de DariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora