Capítulo 41: Justicia

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Me dejaron dormir hasta tarde

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Me dejaron dormir hasta tarde. Cuando me desperté eran más de las diez de la mañana y Luna estaba desparratada a mi lado. Hanni no estaba en la pieza con nosotras, evidencia de que mamá le había abierto la puerta en algún momento, y le agradecí en mi fuero interno por la consideración. Me había costado conciliar el sueño y me sentía aliviada de que, a pesar del castigo, me dejaran descansar.

Salí de mi cuarto, descalza y tiritando, y me encontré con Hanni en las escaleras, super contenta de que al fin me hubiese despertado. Me siguió hasta la planta inferior y ahí me encontré con mamá.

—Pensé que estarías en el trabajo —le dije, entrando a la cocina y sentándome en la isla que teníamos para desayunar. Ella me sonrió, muy cariñosa.

—Me pedí el día. Pensé que vos, Luna y yo podíamos hacer algo juntas.

Me la quedé viendo, con la boca ligeramente abierta. Mamá no faltaba al trabajo nunca.

—¿Por qué?

—Porque me necesitas —me contestó, lisa y llanamente. Cuando mi expresión no cambió, ella se recostó en la isla, estirándose hacia a mí—. Brisa, soy tu mamá. Nosotros somos tu familia. Hicimos todo lo posible para ayudarte en estos meses y no fue suficiente. Lo que más necesitabas era te escucháramos... Y nosotros no sabíamos que había algo que escuchar.

—Y eso no es tu culpa —la frené, alzando las manos—. Mamá, no lo dije porque todo el mundo iba a creer que estaba loca. Hasta yo lo consideré.

—Y pasaste todos estos meses con esa angustia. Y lo de este hombre...

—Lo de Gunter, en realidad, en teoría, para mí pasó este fin de semana —aclaré—. Supe lo que él me hizo cuando era Daria el sábado. Y el mismo sábado volví a este año después de ser asesinada.

—Y no me hubieses dicho nada si Daniel no estuviera, ¿no? Hubieses soportado un castigo terrible, más que el que te pudiésemos imponer tu papá y yo, sola.

Me quedé callada. Seguramente hubiera sido así. Hubiera soportado toda la agonía sin abrir la boca, más que con Luna quizá.

—Pero Daniel sí está —contesté, un minuto después.

—Daniel está —repitió mamá—. Y estamos nosotros y todos te vamos a ayudar a que te olvides de eso tan feo. Él se ve que no se acuerda tanto, pero vos sí, y quiero estar con vos para darte mi apoyo. —Como seguí callada, ella estiró la mano para agarrarme el brazo—. Hija, te amo, ¿sabes? Y quiero que seas feliz y si es con Daniel o con quien sea, que así sea. No quiero que sufras más de lo que ya sufriste con esto. Se te nota en los ojos, se nota cuando lo recordás. Se nota lo perturbada que te dejó. Y te mandaría con un psicólogo de no ser porque no podés explicarle nada de esto.

En ese momento, me pregunté qué hubiese sido de Daria si hubiese tenido una mamá como la mía. Podría haberle contado lo que le pasada, haberle pedido ayuda, al menos sentirse acompañada, no abandonada y siempre alejada de un padre cuya forma de expresar cariño era una mierda. Probablemente, ella hubiese sido más como yo.

La memoria de DariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora