Capítulo 28: Hilos del pasado

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Capítulo 28: Hilos del pasado

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Capítulo 28: Hilos del pasado

A Daniel no le agradó que me volviese a Córdoba sin él, pero entre su trabajo y tener que soportarme gritando, no se quejó demasiado. Me pidió, nada más, que fuese con su mamá para no tener que hacer todo el viaje sola, pero yo no quise separarla tan pronto de Francisco.

Además, me mentalicé que el viaje en la ruta sería lo más peligroso se toda esa travesía, por lo que cuando pasó y llegué finalmente a La cumbrecita, a la entrada de la casa de los Dohrn, sentí que el alivio corría por mis venas.

Bonnie salió corriendo a recibirme y la abracé con ganas, porque ella no me había visto ni una sola vez desde que me caí en esas escaleras, ya casi dos meses atrás. Detrás de ella, apareció Klaus, con su semblante duro de siempre.

—¿Y por qué viniste sola, eh? —me dijo, pero yo lo ignoré para decirle a Bonnie lo mucho que la había extrañado y que hubiese deseado llevármela conmigo a Buenos Aires. Claro, para salvarla del viejo hostil ese—. Daria.

Levanté la mirada hacia Klaus y lo miré con calma. Él ya no podía amenazarme porque ya no le pertenecía. Ya no era de su propiedad. Ahora era una mujer casada, lo cual significaba que le pertenecía a alguien más, irónicamente, pero al menos no a él.

—Daniel tenía mucho trabajo y preferí que se quedara en casa.

Entre en la casa tratando de sentirme segura de mi misma y manteniendo el concepto de que lo más peligroso de todo había sido arriba del auto y eso ya había pasado. Gunter no estaba en el pueblo y me lo habían confirmado cientos de veces.

—Mañana vamos a ir a poner tu declaración. El comisario nos va a estar esperando. Está muy predispuesto a ayudarnos y ya repartió la información y el aspecto de Gunter para que lo busquen por toda la provincia —dijo Klaus, siguiéndome—. Te lo hubiese dicho antes, pero no contestaste mi primer telegrama.

Me giré y me planté frente a él.

—En realidad, vine para buscar las cosas que Daniel tiene en su casa y necesita para trabajar. Y porque la señora Paine me mandó una carta pidiéndome hablar cara a cara.

Eso desconcertó al padre de Daria totalmente. Yo ya había supuesto que él no estaba enterado de ese detalle, así que no me sorprendí de su reacción.

—¿Te mandó una carta? ¿Cuándo?

—Me la mandó cuando me escribiste el telegrama, llegó mucho después, obvio. Pero dijo que tenía cosas que hablar conmigo, así que después de almorzar la voy a citar para charlar. Voy a usar tu despacho.

Dejé a Klaus mudo y subí las escaleras para cambiarme de ropa.

Una vez en mi cuarto, aproveché para recoger todas las cosas de Daria que habían quedado ahí y podría querer llevarme. No iba a pasar más tiempo del necesario en La cumbrecita, por lo que solamente abrí mi valija para guardar vestidos que estaban en el armario, al igual que varias joyas y otras cositas. No estaba especialmente apegada a nada de eso, pero me apenaba dejarlo ahí cuando no planeaba volver casi que nunca más.

La memoria de DariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora