II. Ese azul opaco

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Su nombre fue el susurro de una gota al caer, en una gran llovizna.

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Y tan sólo, agotada, volví a tomar una bocanada de aire.

Estoy cansada, frustrada, y sinceramente no quiero seguir. La vida es complicada e injusta, con sus altos y bajos para todos. Me doy cuenta de que soy una persona débil, cuán papel, porque no puedo soportarlo.

Me quebranto por todo tras caer, como un frágil y viejo cristal.

¿Podré continuar? No es lo que deseo, pero, ¿debo hacerlo? El simple hecho de subir las escaleras de casa me agota, me detengo en medio camino y me planteo:

«¿De verdad quieres proseguir así?»

Lo único que me queda es ese cielo nublado, con sus escritos y pinturas plasmadas en estrellas y nubes. Lo único que me queda son esas tardes de café, cuando sólo la soledad, paz y silencio sepulcral están conmigo. Lo único que me queda es la música, la que simplemente habla por mí.

¡Oh, soy una egoísta! ¿Me extrañaréis, familia y amigos? ¿Y si jamás hubiese existido? ¡Os veré en otra vida, camarade!

Estoy cansada, sí, y mis ojos pesan. Unas punzadas invaden de forma fastidiosa y, contradictoriamente placentera, mi costilla y estómago. ¡Amo el dolor! Es completamente normal.

¿Qué me queda? ¿Qué, padres? Han sido errores y rechazos por estos años, ¡sólo quiero empezar otra vez! Rehacer mis acciones, personalidad y físico, es mi prioridad.

«Nos vemos allá, no lo olvides, ¿sí?»

Los mareos comenzaban y una sonrisa apareció débilmente en mi rostro. Podré hacer lo que quiera, esto será un esperado reinicio.

Caminé torpemente hacia el baño y me apoyé en el mueble de los cosméticos, aterrorizada. Y si... ¿no existía el Nuevo Mundo? ¿Qué haré? ¿Dónde iré? ¿Habrá sido todo en vano?

Estos pensamientos no tienen sentido, y lo siento en mi profundo ser, ¿es efecto de aquello? Eso espero, sino todo, reitero, ¿habrá sido en vano?

Mamá... Gracias, desgracias. Me has dado vida, pero te has equivocado igualmente. Había otro ser esperando nacer, no yo, la dueña de tus frustraciones y enojos.

Papá... Gracias, desgracias. No estuviste todo el tiempo, porque trabajaste duro para mantenernos a todos en pie. Eres una persona fuerte y has querido que yo sea igual. Lo siento... Pero no soy tan valiente.

Hermanos... Gracias, desgracias. Que no es toda su culpa, que así fue su forma de tratar. Que estuvieron mal, pero tal cual como yo. Sólo un último "lo siento", ¿vale?

Amigos... ¿qué decir de ustedes? Quizá no me han comprendido y al querer desahogarme no me han oído, pero vale que me han hecho huir de todo en algunos momentos, haciéndome reír y soñar, olvidando lo difícil que será vivir.

A ti, pequeño individuo anónimo, que llevamos la misma sangre... Gracias y tan sólo eso. Porque me ayudaste más que nada, y lo seguirás haciendo. Te he ayudado también, hemos sido el pilar del otro, ¿pero sabes? Has sido tú el pilar hecho de bello mármol y yo tan sólo de barro. Fuerte, valiente, luchador, eso es lo que eres, ¿prometes no rendirte, sin estar yo? Porque me verás otra vez, en otro cuerpo, lo harás y lo sabrás. Yo te lo haré saber.

Esto es un «hasta luego».

Mis rodillas temblaron y caí. Miré mis brazos, mis débiles y pálidos brazos de venas azules opacas, por última vez. Mi corazón comenzó a doler muchísimo y la respiración se me dificultó. Me levanté otra vez, y repito, por última vez, y me miré al espejo.

La vista se nubló.

Relatos sin rumboWhere stories live. Discover now