VII. Sin ti, soy café, cigarros y dolor

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—¿Podemos tener una conversación decente alguna puta vez? —Matt masajeaba el puente de su nariz, notablemente estresado, irritado y sobre todo cansado de la jodida monotonía. Su cabello rubio se encontraba desordenado, sus ojos demasiado rojizos y no precisamente por llanto. La chica de cabello noche gimoteaba y apreciaba con una presión en su pecho los brazos tatuados, cortados y destrozados del mayor.

—¿¡Cómo mierda supones que conversemos en esta situación!? ¡Dios, Matt, te estoy perdiendo! ¿Cómo esperas que esté tranquila?

—¿Quieres atención, es eso? ¿Me quieres aquí, me quieres en ti? ¿Quieres que te bese? —se acercó con un aura oscura y amenazadora hasta la chica y la aprisionó contra la pared más cercana. La besó. Las lágrimas no dejaban de caer por sus rosadas mejillas, y siguieron deslizándose con mayor intensidad cuando no sintió ni la más mínima pizca de amor en aquél beso. Era sólo café y cigarrillos, siempre era café y cigarrillos.

Matt comenzó a abrazar su cintura mientras que con la otra mano tomaba su mentón. Sam sabía las intenciones del contrario y con ambas manos presionando el pecho del mayor lo alejó. Una mueca de dolor y un gesto de negación fueron suficiente para que él se alterara. Se volteó y lanzó un espejo a la pared totalmente fuera de sí.

—Te juro que no quería esto, te amo, pero tú... tú no —sollozó incluso más fuerte que antes.

—Bebé, no puedes saber si te amo o no. Soy el único que lo sabe y estoy malditamente seguro de que sí lo hago, te amo, más de lo que me amo a mí —el chico se arrodilló y por primera vez en el atardecer se mostró como solía ser antes de conocerla; débil, temeroso y deplorable. Por fin lágrimas brotaron de sus ojos, dándole un aspecto aún más lamentable.

—Es eso —acarició los cabellos dorados del chico, afligida—. No te amas. Y si no te amas, es imposible que puedas amar a otra persona —besó su cabeza y tras tomar su bolso se marchó.

La respiración de Matt se volvió irregular y comenzó a tener otro ataque de pánico. Buscó en toda la casa. Píldoras, alcohol y drogas. Se volvió más miserable que antes.

Pero ya no le importaba, nada le importaba si ella no estaba a su lado, nada le importaba si no podía ver su sonrisa en las mañanas, si no podía sentir sus brazos rodeándolo por la espalda, si no podía sentir sus suaves labios, si no sentía su aroma. Sin ella, siquiera era la mitad de él.

Un disparo en la sien le sería suficiente.

Relatos sin rumboWhere stories live. Discover now