Cap.15

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Giré inmediatamente y no pude creer lo que vi. Harold se encontraba de pie frente a la puerta de la habitación, en medio del pasillo. Sin poder contener mi emooción, salí corriendo hacia él y lo abracé. No lo veía desde hacía bastante tiempo y necesitaba un abrazo de alguien conocido.

– ¿Quién es? – escuché que preguntaba la jueza.

Pero a partir de esas palabras no fui capaz de prestar atención a nada más. Estaba demasiado emocionada y lo único que pude hacer fue estrujar a Harold con fuerza durante algunos minutos más.

– Cuánto tiempo, pequeña – dijo examinándome de arriba abajo después de separarnos –. No sabes cuanto se nota tu ausencia en el hospital.

– Yo también he pensado mucho en vosotros – ladeé mi cabeza aún sin creer que estuviera allí, delante mía – ¿Cómo está Harry? ¿Está bien? ¿Ha preguntado por mi?

– Sí, sí – rió exhausto –. Te echa muchísimo de menos.

– Por favor – la jueza habló –, acercaos.

Agarré a Harold del brazo mirándolo con confianza y avanzamos los dos por el pasillo.

– ¿Es verdad eso que has dicho antes? – le susurré aún caminando.

– Ahora lo comprobarás – respondió giñándome un ojo. Se alejó de mi y se acercó al estrado –. Aquí tiene todos los documentos que necesita.

Posó un par de papeles frente a la jueza y se quedó mirándola satisfecho mientras ella los ojeaba. Inma nos miraba desaprobando todo lo que pasaba y César sonreía al ver a Harold tan convencido de lo que hacía.

– _____, necesito que vuelvas a abandonar la sala. Debo hablar algo con ellos en privado.

– ¿Otra vez? – le pregunté con pesadez a la jueza – ¿Por qué no me puedo quedar? Se supone que mi opinión también cuenta para esto, ¿no?

César se dirigió hasta mi con rapidez y empezó a arrastrarme divertido hacia la puerta.

– Tranquilízate anda, que a este paso lo vas a empeorar todo…

Antes de cerrar la puerta, me sonrió seguro de sí mismo y me pellizco levemente la mejilla.

Me dejé caer sobre la misma silla en la que momentos antes me había sentado y cerré mis ojos desesperada y agotada por la espera tan larga y horrible a la que estaba siendo sometida.

Tan sólo pasaron un diez minutos antes de que la puerta se abriera y de allí salieran todos. Harold, el primero al que vi, corrió contento hacia mí y me abrazó tan fuerte que pensé que me dejaría sin respiración. Observé a Inma alejarse indignada dando fuertes taconazos contra el suelo, ¿pero que le pasaba a esa mujer conmigo? ¿Tanta rabia le daba que alguien quisiera acogerme?

– _____, aquí tienes a tu nuevo tutor legal – me anunció Cesar señalando al hombre que aún me sujetaba entre sus brazos –. A partir de ahora él estará a tu cargo hasta que cumplas la mayoría de edad. Así que ya sabes, a obedecerle ¿eh? – bromeó.

Reí mirándolos a los dos con ojos vidriosos.

– Muchísimas gracias, de verdad, aún no me lo creo – negué emocionada –. No pensé que realmente esto fuera a salir bien – miré a Harold y lo vi riendo con ganas.

– Pequeña, sé que soy un abuelo ya, pero según los resultados médicos que he presentado, tengo una salud de hierro, por lo que aún puedo tener personas a mi cargo – me informó tomándome de la mejilla y acunándome en su pecho –. Y como la jueza no tenía nada mejor que ofrecerte, pues no ha tenido otro remedio que aceptar mi propuesta.

Vuelo 1227Where stories live. Discover now