Cap.22

38K 2.4K 298
                                    

– Susana… – susurré sin entender que hacía ella ahí.

– Dile que me deje ver a mi hermana, por favor... – pidió ella sollozando pegada a mi camiseta – por favor, ____.

Levanté la vista y vi a César mirándonos agobiado a la vez que pasaba ambas manos por su cabello castaño despeinándolo ligeramente.

– ¿Qué ha pasado? – le pregunté asustada en un susurro – ¿Dónde está María?

Él se encogió de hombros negando con la cabeza y señaló hacia la puerta a la que Susana pretendía entrar. En ese momento unos cuantos médicos entraron con paso rápido y hablando de cosas que ninguno logramos entender.

Mucho me temía que todo aquello se debía al cáncer de María.

– Eh – acaricié la cara de aquella pequeña con ternura –, cariño no llores, pronto podrás verla, ya verás.

Me arrodillé sintiendo el frío suelo de mármol tocar con mi piel y la miré mordiéndome el labio por la pena que aquello me producía. Enseguida me rodeó del cuello estrujándome contra ella y continuó llorando a la vez que soltaba murmullos apenas entendibles.

Observé a César caminar nervioso de un lado a otro. Realmente aquello también le afectaba bastante a él, se notaba.

Después de un rato, Susana se separó de mí y caminó con cortos pasos hasta donde César se sentó tras llevar un rato de pie sin saber qué hacer. Yo la seguí y me senté al lado de él.

– Mi hermana se va a morir, ¿verdad? – su pequeña mano se posó sobre la mano de él –. No me mientas por favor, soy pequeña, pero no tonta.

Vi a César tragar saliva angustiado y, después de echarme una mirada breve, se dirigió a ella cogiendo sus manitas y meciéndolas con cariño.

– Lo siento mucho Susana… – suspiró alzando la vista a ella – …pero sí, tu hermana no aguantará mucho más.

Ella agachó la cabeza triste. César la cogió en brazos y la sentó en su regazo limpiándole las lágrimas que comenzaron a caer de nuevo por su rostro.

Yo sabía que María estaba enferma, pero nunca me pude imaginar que su final estaría tan cerca.

– ¿Por qué no la puedo ver?

– Sí que puedes, pero tendrás que esperar un poquito, ¿si? – César le habló con tranquilidad e intentando sonreírle –. Susana, ahora no puedes estar triste. Aunque tu hermana ya no vaya a estar aquí contigo, va a estar allí arriba, en el cielo, protegiéndote y cuidándote para que estés bien.

– ¿De verdad? – preguntó mirándonos a los dos.

– Claro que sí – alargué una mano hasta las suyas –. Ella te quiere mucho, y estoy segura de que verte triste y llorando es lo último que desea. Eres una mujercita de cinco añitos muy fuerte y valiente, ¿a qué sí?

Traté de hacerla reír, y funcionó por unos segundos. Se echó contra el pecho de César y junto ambas manos colocándolas debajo de su cabeza.

– Eso es, ahora descansa un rato – él acarició su cabeza con suavidad –. En cuanto puedas ver a tu hermana, te llamaré.

Los dos nos quedamos en silencio en el rato en que la respiración de ella parecía calmarse.

Mi mente estaba en blanco completamente. ¿Por qué era tan injusta la vida con la gente que menos lo merecía? Si miraba a mi alrededor, casi todo eran desgraias, muertes o enfermedades. Mis padres, mi hermana, la madre de Harry, Gemma, María… todos sufrían consecuencias injustas.

Vuelo 1227Where stories live. Discover now