Capítulo IV.

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Capítulo cuatro: Amelia – El rechazo

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Capítulo cuatro: Amelia – El rechazo

Mientras corría como una loca hacia mi auto, mi cerebro procesaba lo que había sucedido. Definitivamente, mi día no podía ir peor.

Dos meses atrás me había asegurado que no volvería a tener contacto con Calum McGrath. Era algo de lo que no me sentía orgullosa y quería dejarlo en el pasado, pero él no pensaba lo mismo.

Abrí la puerta del Mazda MX-5 rojo y, cuando estaba por adentrarme en él, una mano enérgica me inmovilizó. Conseguí dejar mi bolso en el asiento del copiloto.

—No, no, Amy, no te vayas —me pidió. Sus agraciados ojos verdes centellearon y no pude resistirme a eso. Cal era lindo y lograba convencerme con sólo usar su mirada—. ¿Por qué tuviste que aparecer así?

—¿Yo qué iba a saber que estabas aquí? —El corazón me latía con mucha potencia y apenas podía hablar—. Es más, ¿yo cómo iba a saber que tú y él son amigos? ¡Cal! Esto es una completa locura, en serio.

—Yo también acabo de enterarme. Nate dijo muchas cosas sobre ti, y cuando mencionó tu nombre me pareció familiar. ¿Amy Holbein? ¿En serio? —Una sonrisa ladeada hizo aparición en sus labios carnosos y me sonrojé al recordar ese detalle—. Me hiciste creer que eras berlinesa.

—Debes admitir que fue divertido.

—Tu acento era muy convincente. 

Hacía dos meses y medio había conocido a Calum en uno de sus conciertos en Praga. Yo estaba dándome mis libertades después de haber terminado con Declan, así que lo primero que se me ocurrió fue huir a Europa. Cal y yo pasamos tres días juntos. Vagamos por la Sinagoga Española, la Plaza de Wenceslao, el Castillo de Praga, la Plaza de la Ciudad Vieja, e incluso presenciamos una de las mejores operas en el Teatro Nacional.

Después de esas setenta y dos horas de besos, abrazos y mucho sexo en el asiento trasero de su auto, tuve que irme. Volví a mentirle diciéndole que tenía que regresar a Berlín y que, por lo que más quisiera, jamás me buscara.

Hizo exactamente lo contrario, pero cambié de número y jamás creí que Calum terminaría siendo el mejor amigo de mi siguiente compañero de trabajo.

—Aparezco en tu historial afectivo en Wikipedia —comentó entre risas—. ¿Cómo es que el mundo lo sabe?

—Porque soy hija de un senador importante y es obvio que estuvieron siguiéndome en Praga. Mucha gente en verdad elogia a las familias de la administración. Ah... y porque eres una estrella de rock, genio.

Cal asintió en silencio mientras me observaba detenidamente.

—Llevabas el cabello rubio y usabas un piercing en la nariz —recordó. Si iba a fingir que era de Alemania, tenía que lucir como una alemana. Después del dorado fue difícil volver a mi color natural.

De amores y senadoresWhere stories live. Discover now