Capítulo XLV.

785 54 3
                                    

Capítulo cuarenta y cinco: Nathaniel – ¿Qué vas a hacer con tu vida?

Entré a paso rápido al edificio que ya conocía como a la palma de mi mano. Llevaba un portafolio de piel aferrado a mis dedos y mantuve la cabeza en alto hasta que llegué al piso de la oficina de mi padre.

Esa semana se encontraba en D.C.

Para mi sorpresa, Shannon estaba sentada en su escritorio, como de costumbre. Leía en su computadora un documento en Word mientras tomaba café en una taza que le había regalado unos seis meses atrás.

—¡Hola, Shay! —La saludé con alegría. No la había visto durante un tiempo así que ya la estaba empezando a extrañar.

—Hola Nate. —Respondió de la misma manera. Se levantó con rapidez de su silla giratoria y me estrechó fuertemente.

—¿Cuándo volviste? Y... Oh por dios, eres... Estás...

Bien, había pasado un tiempo pero no tanto, según yo. Debí haberlo sabido cuando me abrazó, pero no lo noté por completo hasta que ella se separó y la observé de pies a cabeza. Su esbelta figura estaba alterada desde el inicio de su vientre hasta un poco más abajo del busto. Incluso con el vestido color cereza que estaba utilizando lucía increíble.

—Estás embarazada. —Solté sin poder ocultar mi consternación.

—Regresé ayer, justo a tiempo para salvar todo el desorden que tenías. Ser secretario no es trabajo para ti —se rio. Se llevó la mano izquierda al vientre y asintió con energía. Lucía genuinamente feliz—. Sí, sobre eso...

—Es por eso que adoro que estés de vuelta. Y no lo escuchaste de mí, ¿eh? Pero Jerome va a estar destrozado.

Shay se rio nuevamente.

—Puede ser. Escucha, tu padre me pidió que le avisara si llegabas a presentarte aquí. No estaba seguro de que eso pasaría.

—Yo tampoco lo estaba...

La pesada puerta del despacho de mi padre se abrió casi totalmente. El senador Patrick Van Hollen frunció el ceño al verme parado ahí como un idiota. No nos habíamos visto en un tiempo considerable y no tenía idea de cómo iba a reaccionar.

Después de todo lo qué pasó con los Vortex, parecía que él había perdido todas las esperanzas que había depositado en mí.

—Hijo, estás aquí. —Habló con toda la elegancia que lo caracterizaba.

—De hecho no planeo quedarme mucho tiempo.

—¿No? —Preguntó Shay, extrañada—. Digo... Perdón por meterme, senador —Le dijo directamente a mi padre. Él negó lentamente con la cabeza y sonrió para tranquilizarla.

—Descuida, Shannon. Yo iba a preguntar lo mismo de todos modos. ¿Qué pasa ahora, Nathaniel?

—Vengo a renunciar a la pasantía. No la quiero, así que pasará directamente a Amelia. Era la segunda en la lista, ¿no?

—Tú... ¿Renuncias? —Bufó. Era obvio que no estaría contento con mi decisión si no le decía mi plan completo. Se removió, aparentemente incómodo, cambió el peso de su cuerpo a la pierna derecha y se cruzó de brazos tan diplomáticamente como siempre—. ¿Y qué piensas hacer de tu vida?

—Tengo otros planes. Voy a hacer un doctorado en Ciencias Políticas, tengo beca en varias universidades porque me gradué con honores de Stanford.

Los dos me observaban con curiosidad, probablemente no se creían una sola palabra de lo que estaba diciéndoles. La escena hubiera sido épica de no ser porque el semblante de mi padre era totalmente distinto al que yo me esperaba.

—Oportunidades como las que tienes aquí, en el Capitolio, no las tendrás en ningún otro lado.

—Son oportunidades que no me he ganado. Lo que tengo se me ha dado por el nombre que llevo, y eso lo sabes.

Shay de pronto se notó incómoda. El tiempo de conocernos ya era bastante largo pero, aún así, era un tema que debía tratar con mi padre y sólo con él.

Le pedí disculpas con la mirada y ella volvió a tomar asiento frente a su escritorio. Le señalé a mi padre la puerta para que entráramos y mantuviéramos la conversación un poco más privada.

—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? ¿Y... después del doctorado? Por favor, explícame bien. —Al parecer eran noticias que lo afectaban. Después de todo, yo era el único de sus dos hijos realmente interesado en el mundo del que él provenía. A eso pertenecía y lo amaba. Era su vida.

Se sentó en su silla giratoria y yo no pude ni mirarlo a los ojos. Lo que menos quería era que pensara que todo el esfuerzo terminaría siendo una gran decepción.

—Voy a terminar de especializarme y luego regresaré al senado. Sé que debo hacer campaña y forjarme todo un carácter para conseguirlo... Soy ambicioso, lo sabes. En realidad no le tengo miedo al fracaso.

—Por supuesto que lo sé, eso lo sacaste de mí.

—Después me lanzaré como candidato para gobernador de California.

Patrick parpadeó mecánicamente. Fue como si su piloto automático se hubiera activado.

—Gobernador. —Murmuró.

—Sí.

—¿Estás seguro de eso? Nate, es... Es toda una vida la que debes dejar a un lado para concentrarte en algo como eso.

—Tú no la dejaste. Nos criaste a mi hermano y a mí, y has mantenido tu matrimonio después de todos estos años. Mírate en dónde estás y luego dime que no podré hacer lo mismo que tú.

Esas palabras no las tenía preparadas. Salieron directamente desde mi corazón.

—Supongo que tienes razón —suspiró—. Eres joven, tienes el tiempo y la energía. Y no estás comprometido todavía así que podrás tenerla más fácil que yo.

Tragué saliva tan fuerte que la garganta me dolió. El tema del compromiso era algo que no pretendía tocar, al menos no en su oficina.

—¿Estás seguro de que quieres renunciar a esa pasantía y dársela a la chica Vortex?

—Papá, creo que a estas alturas Amelia es mucho más que sólo la chica Vortex.

—Está bien, pero eso tendrás que hablarlo directamente con Paul.

—Ya lo sé, pero tú y yo somos conscientes de que no tendrá problema con dejársela. Es su sobrina.

—Siempre hay más competencia, hijo.

—Aunque nadie es mejor candidata que Amelia.

Papá me escudriñó sin piedad. Ni mi mirada ni mis gestos podían decirle algo, y de eso estaba seguro porque, vamos, me había vuelto parte del mundo de la política desde hacía tiempo. Cualquier involucrado debe saber ocultar sus emociones, o al menos controlarlas.

—Sí que estás enamorado de ella, ¿no es así?

—Mmm... Decirte que no sería una mentira —suspiré. Dejé caer los hombros, derrotado. No podía seguir escondiendo mis sentimientos ante el mundo—. Pero ella y yo ya lo dejamos. Es lo mejor para los dos. Y ya no nos veremos con frecuencia en el trabajo, así que nos servirá para empezar con la fase de superación.

Patrick no parecía muy contento con la noticia. Parecía ser que le agradaba más el hecho de que yo me fuera del Congreso a que terminara mi relación con Amelia.

—¿Puedo decirte que es lo más estúpido que me has dicho en toda esta conversación?

—Papá...

—De acuerdo, me calmaré —se llevó los dedos al puente de la nariz y cerró los ojos brevemente—. Pídele a Shay que organice una reunión con Paul Ryan lo más pronto posible... Y que llame a Amelia Vortex. Quiero almorzar con ella y disculparme de parte de mi hijo.

Él no permitió que le dijera algo más. Se puso de pie sin mediar otra palabra y salió a paso rápido de su oficina. Dejó la puerta entreabierta, lo suficiente para poder ver a Shay sentada, expectante.

—¿Escuchaste eso? —Le pregunté.

—Empezaré a hacer las llamadas.

De amores y senadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora