Capítulo XLIII.

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En multimedia: Mae Gallagher

Capítulo cuarenta y tres: Nathaniel - El anillo que no pudo rechazar

Todo el transcurso del camino hacia el restaurante en el que Mae me había citado, lo sobrellevé pensando en lo que ella tenía que decirme. Estaba aterrado. Tragué saliva con fuerza en cuanto pensé en la idea de un embarazo, porque las posibilidades eran varias después de mi estadía con Mae en Rusia.

Aun con un hoyo infernal en la boca del estómago, terminé el recorrido y aparqué a unas dos calles del restaurante.

Llegué diez minutos tarde. O mi reloj se había adelantado o mi sentido de la puntualidad no funcionaba esa mañana.

La vi al fondo del local. Su cabellera rubia ahora ya no era larga, sino que le llegaba un poco más arriba de los hombros. Sus labios estaban pintados con un rojo carmesí y sus mejillas parecían bronceadas. En cuanto me visualizó, relajó los hombros y sonrió.

-Sinceramente creí que me dejarías plantada. -Expresó.

-No, no... Me ha costado más de lo normal tener que levantarme, es todo.

-Está bien.

Dos meseras llegaron para dejar dos tazas de café americano, un jugo de naranja y otro de zanahoria; un plato de fruta picada para cada uno, miel, hojuelas de cereal y algo de yogurt.

Se retiraron poco después.

-Me tomé la libertad de ordenar por ti para que no perdiéramos el tiempo... -Empezó a decir. Se llevó un pedazo de piña a la boca y lo degustó.

-¿Qué es lo que me quieres decir?

-No sé cómo empezar.

-Mmm, de acuerdo... ¿Qué te parece por el principio?

Mae hizo una mueca ladeada parecida a una sonrisa.

-Tengo algo para ti. -Soltó. Mi entrecejo se frunció casi automáticamente.

-Espero que sea mi chaqueta de piel, la olvidé en tu apartamento cuando estuve allí -me reí.

-¡Oh! Carajo, la olvidé -chasqueó la lengua y también se rio-. Lo siento, Nate. No es eso lo que quiero darte.

Esperé a que siguiera. La observé mientras se inclinaba para tomar su bolso. Lo abrió, rebuscó algo en él y, cuando encontró lo que quería, lo miró durante unos segundos y titubeó.

-¿Qué pasa? Me estás poniendo nervioso, en serio.

Ella también parecía estarlo.

-Tengo programadas en la cabeza las mil y una reacciones que podrías tener sobre esto -suspiró. No esperó más tiempo para regresar la mano al interior de su bolso y de él extrajo un anillo.

No cualquiera.

Era la sortija Pandora que había comprado para ella. Era de plata, lo suficientemente grande para lucir como de una princesa en su dedo. La piedra era un cuadrado de zirconita, y el resto del anillo también estaba decorado de pequeños diamantes.

El rayo del sol pegó justo en la sortija, deslumbrando a Mae y alejándolo un poco de sí.

-No lo quiero. -Le dije de golpe. Estiré la mano a pesar de que no me lo había dado todavía y negué rápidamente con la cabeza.

-Ya lo sé...

-¿Entonces por qué quieres dármelo?

Mae mordió el interior de sus mejillas.

Aunque no estaba mirándome, pude notar que sus ojos se llenaban de lágrimas y sabía que eso le impedía hablar sin que se le cortara la voz.

-Oh, no. Dime que no es lo que estoy pensando.

-No sé, depende. ¿Qué estás pensando? -Seguía sin verme directamente.

-Que cambiaste de opinión, y que me lo devuelves porque... Quieres casarte.

Finalmente, Mae dejó la sortija encima de la mesa, quedando en medio de ambos.

Los dos la observábamos de manera distinta.

Yo, con cierto recelo y con mil preguntas en la cabeza. Odiaba ese anillo... de algún modo. Podría decir que significaba una época difícil, de debilidad.

Ella, tal vez lo veía con algo de esperanza de que las cosas cambiaran entre nosotros.

-Sí, quiero casarme.

-No dejas de sorprenderme nunca -bramé-. ¿Y qué te hizo cambiar de opinión, Maegan?

Sus ojos parecían temblar de sólo verme.

-Obviamente tú y el tiempo que compartimos en la gira.

-Estás actuando por impulso. Si no querías casarte antes de empezar tu carrera, no querrás hacerlo ahora que estás a la mitad del camino.

Ella se apresuró a negar rápidamente con la cabeza, haciendo que un mechón de cabello se le pegara a la mejilla izquierda.

Instintivamente, lo retiré.

-De nada sirve ser una persona exitosa en cualquier circunstancia si no tienes con quién compartir el éxito, Nathaniel. No necesité mucho tiempo para saber que realmente quiero estar contigo -suspiró-. Lo sé, me di cuenta ya muy tarde. Entiendo que ahora tengas a alguien más en tu vida, pero no es impedimento para decirte lo mucho que todavía te amo y te quiero en mi vida. Sé que te hice pasar por momentos difíciles, pero te he pedido disculpas sinceras desde que volvimos a vernos las caras...

-Detente. Detente ahora mismo.

Eran muchas cosas para procesar en tan poco tiempo. Mae estaba siendo vehemente, y para mí no tenían ningún sentido sus acciones.

-Te sientes sola y es por eso que estás malinterpretando tus sentimientos. Yo puedo estar contigo, Mae, como amigos si así lo quieres.

-¿Es que no me estás escuchando? Estoy diciéndote que quiero casarme contigo.

No podía seguir escuchándola. Estaba seguro de que mi cabeza explotaría en cualquier momento.

La idea para mí no sonaba tan loca. Después de todo, en algún momento yo quise que Maegan Gallagher fuera mi esposa y que formáramos una familia.

Pero no estaba seguro de quererlo en ese momento. Nuestras vidas habían tomado rumbos diferentes. Ella estaba en el cenit de su carrera como bailarina, mientras que la mía estaba yéndose en picada por una mujer con la que ni siquiera tenía una relación.

No era un buen momento emocional para mí. Tenía que arreglar toda la mierda que tenía en la cabeza, y tal vez así podría considerar la propuesta tan inesperada.

Así que, sin dudarlo mucho, saqué unos billetes de mi cartera. Los dejé en la mesa sin tacto y tomé la sortija entre mis dedos húmedos.

-Lo voy a pensar.

Y sin decir otra cosa, salí del restaurante.

De amores y senadoresWhere stories live. Discover now