Capítulo XXIX.

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Capítulo veintinueve: Nathaniel – De nuevo en casa y la confesión de Cal


Necesitaba tomar una decisión. No podía dejarlo todo e irme de gira con la primera mujer que rompió mi corazón, y mucho menos me iba a permitir fingir que no había sucedido nada. Ella quería que entabláramos una chocante amistad, pero yo estaba totalmente reacio a eso.

Todavía tenía casi una semana para pensarlo, así que empaqué la poca ropa que tenía en el apartamento de Nueva York y regresé a Washington D.C., en donde Shay me recibió en el aeropuerto, siendo extrañamente escoltada por Jerome. Él sentía, desde siempre, una pequeña atracción hacia ella, pero Shay se mantenía renuente.

—Me alegra tanto verte —admití y la abracé. No dijo palabra alguna, sólo dejó que recargara mi cabeza sobre su hombro. Después de mi madre, ella era mi segunda figura materna, además de que éramos mucho más cercanos.

—A mí también, Nate —respondió con una sonrisa reconfortante. Jerome también me abrazó fugazmente y me dio un par de palmadas en la espalda.

—Ya veo que te encanta viajar —le dije a mi hermano. Él se rio—. ¿No tienes que trabajar?

—La estabilidad mental de mi hermanito es mucho más importante.

—Es lo que menos tengo en este momento.

—¿Mae ya te contó sus planes? —Bufó. Ambos me guiaron a una enorme camioneta negra que reconocí al instante.

—Es mi auto —suspiré—. Lo amo, lo amo tanto.

—Nate, concéntrate.

Shay se rio un poco. Subió al asiento del copiloto, mientras que Jerome se ocupó de conducir.

La noche ya había caído sobre Washington D.C.

—¿Entonces...? —Volvió a indagar Jerome.

—Sí, ya me lo dijo todo —resoplé—. Y estoy considerándolo.

—¿Es sobre lo que me dijiste? —Le preguntó sorprendida Shay.

—Sí, eso mismo.

—¡No puedes aceptar! —Se giró rápidamente para encararme. Shay solía ser muy mandona, pero esa vez parecía más preocupada—. Nate, es Mae. Todavía me acuerdo cuando regresaste a la oficina y eras un mar de lágrimas. Yo jamás la perdonaré por haberte hecho eso...

—Tampoco yo —admití—. No la perdonaría por haberme hecho sentir como... mierda —reí—. Pero todos merecen una segunda oportunidad. Además, es un viaje para distraerme.

Jerome me observó por el retrovisor. Shay no parecía muy convencida con mi respuesta, pero aun así decidió no decirme más. Finalmente, la decisión la tomaría yo.

Jerome aparcó mi vehículo en el espacio asignado que tenía en el complejo. Mientras esperábamos el ascensor, Shay rebuscó en su bolso la tableta en donde anotaba todos los pendientes y recados, tanto de Amelia como los míos.

—Bien, te pondré al corriente. Paul Ryan convocó a una audiencia privada contigo y tu padre dentro de dos días. La confirmé con el senador Van Hollen y estará aquí mañana por la noche —comenzó a decir. Ya sabía de qué iba esa reunión. No era nada más que para despedirme. Mis servicios ya no eran requeridos en el Congreso—. Ah, también llegó un cargamento de pinturas.

—Sí... Compré toda la colección del mejor amigo de Amy. ¿No los quieres, Jerome? Tal vez puedan gustarte.

—Créeme, ya las vi y aparté las que me llevaré.

De amores y senadoresWhere stories live. Discover now