VIII. PARK JIMIN.

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-¿Para esto pago una psiquiatra?-repitió-. Respóndeme. ¿Tienes las bolas para tirar la receta pero no para contestarme una simple pregunta?

Yoongi se cruzó de piernas.

-Nunca te pedí que lo hicieras.

Su madre lucía tan enojada que le era imposible no encontrarle gracia al asunto. Lo había sentado a las siete y media de la mañana en la mesa del comedor para hablar acerca de la receta de doble dosis antidepresivas, de la cual Yoongi no la había notificado.

-¿La vieja te llamó, no es cierto?

Creí que me reprocharía ayer en la tarde, medito para sus adentros.

-¿Y qué si lo hizo?-se cruzó de brazos-. Eso no cambia el hecho de que vives mintiéndome, Yoongi.

-No exageres-exigió Yoongi e imitó el cruce de brazos de su madre.

-¿Ah, sí? ¿Qué me dices de Hoseok?-preguntó presuntuosa y levantó el tono de voz. Su hijo tragó saliva-. No te diriges la palabra con él hace meses.

El que comenzaba a hartarse era Yoongi, la vena de la frente le iba a explotar. ¿Cómo se atrevía a suponer que sabía todo de su vida?

Sentía que su madre lo estaba juzgando, justo como la psiquiatra. De igual forma en la que pensaba el mundo lo juzgaba.

-Que no lo traiga a casa no significa que...

-No mientas otra vez, Min Yoongi-lo señaló-. Sé muy bien por tus profesores que pasas los recreos solo, metido en tu aula. Nadie te va a visitar.

-Mira, ya me comienzas a joder-se levantó de la silla. Lo había hecho enojar-. No tienes derecho a reclamarme nada.

-Soy tu madre, claro que tengo el derecho.

-¿Lo eres?-Yoongi caminó hacia el pasillo.

Se detuvo. Quiso decirle todo lo que le molestaba de ella: su ausencia, la poca importancia que le daba, todo lo que le había hecho al pasar de los años, el odio que emanaba de sus ojos cuando lo miraba... pero no supo cómo empezar sin que sintiera un apretón en la garganta y tremendas ganas de revolcarse en el suelo a llorar. Así que se limitó a decirle lo más hiriente que se le ocurrió:

-Que papá te haya dejado por hacerle la vida miserable no te da derecho a hacérmela a mí.

Y como por arte de magia, una mano aterrizó en la mejilla de Yoongi con tal fuerza, que él sabía que en el instituto le iba a doler como si le hubieran pegado con un palo para amasar en la mandíbula.

El silencio gobernó en la habitación por un minuto, donde solo estuvieron presentes miradas rencorosas.

La madre de Yoongi se observó la palma de su mano, ésta estaba roja.

-¿Ves...-lo miró alterada-... lo qué me obligas a hacer?

Las lágrimas comenzaron a salir por los ojos de su madre.

Yoongi no sabía que hacer, sin embargo, lo ponía contento haberla herido, aunque ese dolor no era más grande que el que él sentía todo el tiempo y por el que se culpaba a sí mismo.

La mujer comenzó a sollozar y a desparramarse las lágrimas saladas por la cara. Su hijo solamente estaba allí, mirándola. Ni siquiera tocó su propia mejilla, aunque le doliera, solo se dedicó a observarla sin expresión alguna.

-Si no subes el promedio de Literatura...-sollozó su madre-... serán tres horas a la semana con la psiquiatra.

Yoongi maldijo, internamente.

LA LOCURA DE MIN YOONGIWhere stories live. Discover now