En cuanto Yoongi llegó a su solitaria casa, se tiró de cabeza en la cama.
Había pasado toda la tarde con aquél idiota y se sentía frustrado. Es decir: ¿y si las clases no ayudaban a su rendimiento escolar?
Se negaba rotundamente a pasar tres horas a la semana con la Dra. Stone, sin embargo, ahora también a pasar tiempo con el anaranjado.
Prácticamente no había aprendido nada en las dos horas de «clase» , pues Jimin le puso un ejercicio de reflexión—el cual Yoongi no terminó y lleva en su morral—y luego se dedicó a teclear estupideces en su celular.
¿Esa era su manera de enseñar? ¡Vaya forma!
Pues él responderá acorde a sus métodos de enseñanza.
Se levantó de su rechinante cama y se dejó caer en la vieja silla de escritorio.
Estaba enfadado, por supuesto que lo estaba. Yoongi admitía que no era ningún pan de dios y no merecía ser tratado como uno, pero, en vez de proponerle hacer esa reflexión acerca de Caperucita Roja, al menos pudo haberle enseñado como cualquier tutor hubiese hecho.
El enano necesitaba una probada de su propia medicina y Yoongi estaba más que dispuesto a dársela.
Prendió la lámpara portátil que tenía encima de su escritorio color barniz, dejando iluminar por completo su sien. Quería ideas claras.
Tomó el cuaderno en donde estaba haciendo la reflexión y arrancó la hoja, para luego no atinarle al tacho de basura de su rincón más cercano. Otro día lo intentaría, ahora a lo que importaba.
Apoyó su lápicera de tinta negra sobre la plenitud de la hoja y con tantos deseos vengativos, se dejó llevar por la oscuridad de su alma (cómo de costumbre).
Si alguien lo estuviese observando en ese momento, hubiera pensado que era la reencarnación de Kira, aquél popular personaje de anime con el que Yoongi está obsesionado hace años.
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La precisión en las palabras y la textura de las letras...
Debía tratar de que le saliera de lo peor. De esa forma, Jimin se enojaría de la misma manera en que Yoongi lo estaba.
Ya no pensaba con claridad qué palabras usar, pero realmente, no le importaba. Era justo lo que Jimin hacía.
Y por último le agregó un dibujo como último detalle a su broma pesada.
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