XXXIII. JUNGYEON.

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Jungkook cocina.

Llegó a su casa cerca de las seis y media. Mientras cortaba tomate, sentía los musculos de las piernas palpitandóle desenfrenadamente, como si de un corazón se tratase. Cuando era nuevo en el gimansio al que iba de lunes a viernes, el entrenador del lugar le había dicho que no era nada fuera de lo común luego de ejercer fuerza en el cuerpo. El hombre era alto y corpulento, y si un día le dijese a Jungkook que las vacas vuelan, él no replicaría. Quizás los demás clientes tampoco lo harían.

Fijando la mirada en la fruta, se perdió en sus pensamientos. El encuentro que tuvo con Jimin en la biblioteca fue lo primero que se le pasó en la cabeza. Y es que el chico se veía tan mal, con las bolsas debajo de los ojos, la mirada perdida y las uñas impactando contra la superficie de la mesa de madera en la que solía verse con Yoongi luego de la escuela...Jungkook había sentido no tener otra opción que decirle que Yoongi no iría esa tarde (ni ninguna otra, pero en ese momento, ni el mismo Min Yoongi lo sabía.)

Jimin había asentido con la cabeza, aún sin quitar el gesto de cansancio de su rostro. Jungkook vio a la bibliotecaria entrar, usando al dentista como excusa de su tardanza, incluso cuando tenía un café en la mano y una medialuna en la otra. Jungkook no dijo nada. Entregó un libro que se había llevado hacía unos días y se llevó otro que vio en el montón del escritorio donde la chica atendía. Ella escribió su nombre en su cuaderno rojo, debajo de una fila de otros préstamos, y le entregó el libro en sus manos. Luego de dedicarle otra mirada a Jimin, que escondía su rostro entre sus antebrazos, él cerro la puerta tras de sí. Ésta no hizo sonido alguno.

Cuando estaba de camino hacia la puerta del instituto y pensaba en todo lo que le había dicho Yoongi cuando estaba borracho y en lo que él había hecho, una voz llegó a sus tímpanos:

—Kook—había llamado. Jungyeon sonaba tranquila ésta vez. Él volvió la mirada por encima del hombro—, ¿irás a tu casa?

Como de costumbre, llevaba la falda azul tres dedos por encima de la rodilla y su tan ondulado cabello castaño hasta la cintura. En ese momento, Jungkook reparó en lo mucho que había crecido desde los nueve, también en cuanto él lo había hecho. Se preguntó si Jungyeon se hubiera quedado en Busan él habría reparado alguna vez en la muchacha delgada y elegante en la que se había convertido. Antes haberla podido sacar del lodo era un mérito, y si llevaba su tarea a clase todos sospechaban que era obra de Dios o de sus padres, quiénes eran amigos de los de Jungkook y les consiguieron casa (cerca de la de ellos)cuando recién llegaron a Seúl.

Jungkook negó con la cabeza y Jungyeon puso las manos como jarras sobre la cintura. De niño, él jamás había visto ese gesto en ella. Era muy propio de una adolescente, venía en conjunto con la menstruación, leyó en algún cómic barato.

—Deja que adivine: irás a entrenar otra vez—asumió ella, cruzándose de brazos. Jungkook se encogió de hombros.—. Entonces mis intentos de que vayas al karaoke con mis amigos son nulos, ¿no? Por qué será que ya no me sorprende.

—Porque tus amigos no son más que gente que no conoces pero de la que te permaneces cerca para que voten por ti el próximo año—Tras decir eso, Jungkook se dio la vuelta. La rutina de entrenamiento de ese día serían cinco series de flexiones y otros ejercicios que no alcanzó a recordar en el momento en el que Jungyeon caminó a su lado.

—Si sigues enfadado déjame decirte que no me importa. Ya te devolví el favo', así que quedamo' a mano.—La chica se cubrió la boca. Efectivamente, el dialecto de Busan seguía allí, recorriéndole cada vena después de siete años de no pisar su tierra natal.

Jungkook escondió los labios. Intentaba suprimir las ganas de reírse porque sabía lo mucho que avergonzaba a Jungyeon el acento del Sur, del que él ya no tenía rastro hacía mucho tiempo. Y es que al pasar los últimos cuatro años de su vida viviendo en Incheon y en la provincia Gyeonggi, las pocas raíces que quedaban de su ciudad el tiempo las había arrancado. En cambio, Jungyeon iba a visitar Busan todas las vacaciones de verano para ver a sus abuelos. En cambio los abuelos maternos de Jungkook estaban de viaje hacía ya cinco años. 

LA LOCURA DE MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora