XXXVII. ESCRITO EN LAS ESTRELLAS.

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Jungkook llega a casa.

Observó el vacío comedor y se sentó con pesar en el sofá de la sala. Las vacaciones habían empezado hacía dos semanas.

Sus padres salieron del país el día de ayer y dejar de precuparse no estaba los planes de Jungkook. Los había llamado en la mañana y otra vez en la tarde. Aún no habían noticias. El doctor Sandler los vería en dos días en Washington y aunque debía sentirse aliviado por ello, Jungkook exhalaba estrés e inhalaba preocupación.

Nunca habían estado tan lejos por tanto tiempo. De Washington a Seúl había mucha distancia; horas. Odiaba ser consciente respecto a la lejanía.

Jungkook trataba de ver el lado bueno, el Dr. Sandler era uno de los mejores de Washington, uno de los más respetados y además, colega del Dr. Yang. Jungkook conocía al Dr. Yang, siempre sonreía e incluso, se reía de los chistes de su padre. Era bueno, sabía que lo que hacía. Lo más importante era que jamás había dicho que no para ver a su madre, no importase qué tan tarde fuera y qué tan ocupado estara. Por eso podía confiar en él, su madre estaba en buenas manos, y si el Dr. Yang confiaba en el Dr. Sandler, Jungkook también lo haría.

Pero joder, aún se sentía inquieto. Tenía las manos húmedas. Su padre le había dicho que lo llamase mañana, porque estaban exhaustos. Jungkook también quería estarlo. Deseó estar con ellos en cada momento. En el avión, aeropuerto, hospital; siempre estar juntos. Sin embargo, su padre le había dicho que se quedara y decorara la casa con el rojo y verde de las fiestas. Jungkook sabía que era un pretexto, ni a su padre ni a él le pudiese importar menos la navidad si no estaban juntos los tres.

Así que a tres días de nochebuena, allí estaba, en su sofá... solo.
Y en lugar de sentirse enfadado con su padre, sólo la decepción abundaba en él.

¿Su madre habría terminado el libro que sacó él para ella? Jungkook quería saberlo. Mañana se lo preguntaría por teléfono, luego de preguntarle cómo se sentía.

La braquiterapia no estaba funcionando cómo debía. Según el Dr. Yang, estaba dañando las demás células, las sanas, y eso raramente ocurría. Entonces tomó la decisión de consultar con el Dr. Sandler, quién era un especialista en esos temas.
El viaje fue planeado desde el inicio de vacaciones. Jungkook dio por hecho que él iría, pero no fue así.

Entonces discutió con su padre.

Normalmente, sólo discutían por temas sin importancia. Pero este no fue uno de ellos, pues se trataba de la estabilidad de su madre. De la mujer más importante en la vida de ambos.

Su padre le dijo que era un niño, y que no debía meterse en los problemas de los adultos. Jungkook se le rió en la cara, y le dijo que había dejado de ser uno el día en que descubrieron el cáncer en su madre: cuando descubrió lo que la vida era en realidad. El hombre lo miró, con las cejas enarcadas y los labios apretados, y se encerró en su habitación. Jungkook se mordió los labios e intentó no llorar. No lo hizo hasta que su padre fue a la cocina por un vaso de agua y se volvieron a ver los rostros. Allí supo que su esfuerzo por no llorar fue en vano, y se refugió en sus brazos.

—Eres fuerte así que necesito que cuides la casa, ¿podrás, campeón?—le había dicho. Entre lágrimas, Jungkook asintió. Seguía decepcionado, pero en ese momento, ese sentimiento se convinó con la tristeza, el remordimiento y la vulnerabilidad. Eso lo destrozó aún más. Él no era ni la mitad de fuerte de lo que todos pensaban que era.

Él sólo era un farsante.

Parecía que nadie más que él lo sabía.

Llorando en silencio, sonriendo con su madre y riendo con sus amigos, a los que no veía desde que tomó a Hoseok de la camisa... ¿Quién se creía que era? Comenzaba a creer que toda su vida se basaba en una farsa.

LA LOCURA DE MIN YOONGIWhere stories live. Discover now