XXXVI. PERDIENDO LA CORDURA.

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Junto con Jimin, Jungyeon, Hoseok y Taehyung, Jungkook continuó visitando la casa de Yoongi. También zonas cercanas en bicicleta.

Jimin era el primero en decir que volviesen mañana. Hoseok, Jungyeon y Taehyung los primeros en asentir...y Jungkook el primero en quedarse callado, en silencio, mirando los rededores, buscando un poquito más. Hurgando en los rincones y gritando por las calles.  

Trataba de no perder la cordura respecto al asunto. Todos lo hacían pero no eran tan notorios como él. A veces cuando monitoreaban el vecindario en bicicleta, Hoseok contaba bromas para aliviar el ambiente tenso. Sólo Taehyung reía porque para los otros eran demasiado malas. (Incluso las que a veces contaba el Profesor Kim, de Literatura, eran mejores.)

El clima cada vez estaba peor. Diciembre se acercaba y las calles estaban iluminadas de luces rojas y verdes. Habían árboles decorados en cada esquina y hombres disfrazados de Santa Claus frente a los locales. La gente iba cubierta de la cabeza hasta los pies para no pescar ningún resfriado, algunos hasta llevaban tapabocas por los virus que acostumbraban visitar esa poca del año. Por la televisión, los meteorólogos anunciaban la llegada de brisas desde el este y posibles alertas de granizo en todo Seúl. 

Jungkook llegó a la conclusión de que si Yoongi estaba allí afuera, en cualquier lugar, no la estaría pasando nada bien. 

El jueves próximo a la primera visita sin frutos a su casa, cuando Jungkook volvía solo del hospital en autobús, sin avisar a los demás, bajó un par de paradas antes de llegar a casa, en el parque Brown, el que estaba cerca del centro comercial y en el que había encontrado a Yoongi embriagado hasta las narices hace una semana y unos días. El parque estaba cubierto de nieve y el lago estaba cubierto por una fina capa de hielo. 

Jungkook dejó pasos en la nieve hasta llegar debajo del puente, donde no hubo nada más que ese mural que había hecho Yoongi cuando estaba ebrio. No evitar sonreír al verlo, a medio terminar—o empezar—y recordar lo chistoso que hablaba. Pero esa sonrisa se desvaneció al recordar de lo que hablaba Yoongi de camino a su casa. 

«Las voces», tragó saliva. Jungkook aún no sabía a cuales Yoongi se refería. Esa madrugada,  no había nadie más que ellos en el parque. Comenzó a pensar que fue un efecto de la cantidad de alcohol que traía encima, normalmente la gente sobria no escucha voces. Como los chistes de toctoc. El Yoongi sobrio no los contaba, el Yoongi ebrio sí. Jungkook trató de no dale mucha importancia a ese tema.

Miró los alrededores y revisó cada caja de arena (o de nieve) por si es que Yoongi había caído dormido. No hubo resultados, pero no estuvo sorprendido de que así fuera. «Con el tiempo me acostumbré a la decepción.» Ante ese pensamiento, se mordió la mejilla y pateó la caja de arena hasta saciar sus ganas de hacerlo. Luego camino a casa pasó por una tienda del centro y compró la cena. 

Sus botas de goma se le hacían cada vez más pesadas en cada paso que daba. Podía sentir cómo se hundían en la nieve hasta tocar el pavimento de la acera. El invierno sería largo, demasiado pensó él. Vio a muchos niños pasar con sus padres, tomados de las manos de cada uno. También a una madre soltera regañar a su hija por gritarle que quería un gatito y que iba a esperarlo hasta pasada la medianoche, a un Santa Claus de la tienda de dulces Strawberry (el lugar favorito en todo el mundo de Jungyeon. Siempre decía que existía un pequeño pueblo llamado así en algún lugar. Jungkook creía que era imposible.)

Fue lo más tierno que vio ese día. 

Llegó a casa a las seis y dieciocho de la noche. El aire caliente lo abrazó a tan solo un paso de haber entrado. Desde allí vio la ropa húmeda de su padre derramada por el sofá. Creyó que el hombre había llegado un rato antes que él. Dejó las botas repletas de nieve en frente a la puerta y colgó la bufanda en el armario. Caminó hasta la sala y divisó a su padre, que buscaba comida en la alacena, murmurando bajo. Cuando se percató de la presencia de su hijo (y de lo que tenía en las manos), se le iluminaron los ojos con destellos exageradamente grandes. 

LA LOCURA DE MIN YOONGIМесто, где живут истории. Откройте их для себя