XXXVIII. DESVENTURAS NEIBOLT STREET.

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Cuatro chicos se adentran en una casa embrujada.

En las dos semanas que habían pasado sin tener rastros de Yoongi, los chicos habían adaptado códigos para poder hablar en cualquier sitio sobre la desaparición de su amigo. Cuando decían bruja hacían referencia a la madre del chico. Y por ende, casa embrujada significaba la localidad de este. A Yoongi, Taehyung le había puesto El Hechicero, pero Jimin creyó que no sería oportuno así que en Yoongi se quedó.

—No puedo creer que estemos haciendo esto—admitió de pronto, Jungyeon.

Aún escuchándola, Jimin seguía quitando los restos de vidrio de la ventana rota. Hoseok y Taehyung vigilaban los rededores. El clima nublado de esa tarde amenazaba con caerse en cualquier minuto y desplomarse encima de todos ellos.

—La bruja no ha vuelto, Jungyeon, y no podemos esperar más tiempo—dijo Hoseok.

—Pero, en serio, chicos, no sé si es buena idea meternos—insistió la chica.

—Tú vigila, de meternos nosotros nos encargamos—le dijo Taehyung. Hoseok le envolvió la cintura, tenía frío.

—Pero, ¿y si viene? ¿Y si su madre viene? No quiero ser pesimista pero dos gays, un enano y una delegada de clase serán presas fáciles en la cárcel.

Hoseok sonrió y palmeó el hombro de su pareja.
—¿Dos gays? Me sonrojas, linda. En cualquier caso, si alguien viene dile que somos niños exploradores: vinimos a explorar.

Jimin tiró el último trozo de vidrio al largo césped y metió una pierna dentro de la casa, luego de la otra. Hoseok fue el segundo, seguido por Taehyung.

Habían entrado a una oscura y pequeña sala de estar. Jimin dio unos pasos dentro, hasta tropezarse con algo desconocido

—¡Mierda!

Taehyung pudo retenerlo con una mano, gracias a la poca cantidad de luz que se infiltraba por la ventana rota.

Hoseok se adelantó y usó su celular como linterna.

—Lo tengo—anunció y un vector de luz salió de su aparato.

Vieron una rata correr por el piso y desaparecer entre la oscuridad, pero al recorrer el lugar con la linterna creyeron que eso no fue lo más atemorizante que pudieron ver aquél día: los muebles estaban desparramados por el suelo. Los cojines del sofá estaban despedazados por toda la planta y el relleno colgaba de ellos. El vidrio de un cuadro estaba hecho trozos encima de la alfombra. Al observarla desde la distancia, una mancha de líquido rojo y espeso se hizo presente.

Taehyung llenó la habitación con un grito desgarrador.
—¡Maldita sea! ¿Eso es sangre, cierto? ¡Joder, no, no puede ser! ¡Hoseok, eso es sangre!

Jimin se quedó de pie, mirando el carmesí que pintaba la alfombra azul.
Sangre, definitivamente lo era.

De repente, los tres chicos sintieron unos pasos detrás de ellos. Con las piernas temblorosas, Hoseok iluminó detrás.

—¡Auch!—gimió Jungyeon. Se había tropezado con el mismo mueble que Jimin, anteriormente—. ¿Qué fueron esos gritos?

Los tres se miraron los unos a los otros. Jungyeon enarcó la ceja, curiosa. Hoseok iluminó el panorama, una vez más.

Jungyeon sintió el vómito aproximándose por su garganta. Cerró los ojos y lo tragó, con asco. Luego tosió un poco, hasta que logró entrar en calma, la pequeña calma permitida que se podía tener en esas situaciones. Nunca había soportado ver sangre y se suponía que sería cirujana de un pregistioso hospital.

LA LOCURA DE MIN YOONGIWhere stories live. Discover now