Capítulo 11

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Al llegar a la casa de su hermano, saludó a su esposa y lo llevaron al cuarto de Luna, era perfectamente exquisita, hermosa y tierna, se acercó a acariciar sus mejillas y recibió una sonrisa al instante, sorprendentemente era como si estuviera viendo a la única persona que pudiese cambiar todo el mundo de un tirón, alguien con influencia, poder y carácter y a él ya le había robado el corazón, desde ese momento se prometió a sí mismo tener fuerza para sacarla adelante.

Conforme pasaban los días, la pequeña crecía y se ponía más hermosa, su padre pidió un permiso especial con el Jefe de editores, ese permiso le concedía leer los manuscritos en casa, para después dejar su crítica con el asistente del plantel de edición y por tener el primer lugar en los mejores editores, su petición fue accedida, esto por su padre, le daba mucho más tiempo para estar con su familia, principalmente con su hija que, sin duda, para ella era un padre ejemplar.

Al cabo de unos años, la pequeña ya tenía 4 años, desde ahí todos las mañanas, antes de llevarla a la escuela, Carlos le preparaba una taza de chocolate caliente para su hija mientras que para él y su esposa café, a Michelle le encantaba verles desde el pasillo de la casa que daba paso al comedor, su hija coloreando con su taza en la mano y su esposo leyendo el periódico con su taza de café en la mano. Era exquisito verlos todas las mañanas...

Para en la noche, cuando Carlos terminaba de enviar sus críticas al jefe de la editorial, se disponía a leerle a su pequeña, era curioso, le encantaban los libros de Miguel Valle, gracias a este repentino interés, surgió la curiosidad en su padre, quién días antes le había investigado, un hombre ejemplar en su trabajo, el escritor número tres entre los 50 mejores, cada una de sus novelas clásicas románticas le dieron la vuelta al mundo y tenía una gama especial para los lectores menores, esos cuentos de terror, fantasía, suspenso o sólo cuentos de aventura... simplemente eran fascinantes, un hombre de familia dedicado a su mujer y a su único hijo, un hombre que lamentablemente murió repentinamente mientras daba un paseo con su esposa, un ataque fulminante terminó con su exitosa vida, pero había una pregunta sin respuesta ¿Era el mismo Miguel Valle que se le presentaba casi todas las noches? Sus rasgos faciales eran algo diferentes al rostro del mismo Valle, principalmente sus ojos, los del escritor Valle eran profundamente cafés, y los ojos que miraba cada noche, eran tu tomo extremadamente raro y poseía unos lentes similares a los de Antonio Belmonte, pero prefirió hacer de lado sus preguntas que algún día serían respondidas.

Particularmente, había un libro, no precisamente cuento, más bien eran como las memorias De Valle, salido a principios del siglo XXI titulado "Rosas Perfumadas" de una editorial desconocida, aquel libro contenía una frase que Luna había adoptado como suya y de su padre, pues esta encajaba perfectamente con los dos, parecía echa para ellos, cada noche, ponía un dibujo debajo de las almohadas de sus padres con la diferencia de que los dibujos de su padre, siempre tenían esa frase al pie de la hoja "El tiempo corre como agua y no lo podremos detener, pero quiero que cuando yo me valla de aquí, siempre tengas presente que mi amor por ti superará hasta la muerte y aunque no te vea ni pueda tocarte, estaré aquí contigo".

Así pues pasó el tiempo, la pequeña Luna ya no era tan pequeña, tenía 5 años y parecía toda una maestra de la vida, como toda niña, tenía ilusiones descabelladas y estremecedoras para su madre, sin duda una niña muy inteligente y soñadora pero muy centrada a pesar de la edad que tenía.

The secret of my life.Where stories live. Discover now