Capítulo 12

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Los años para Carlos pasaban fugazmente, su hija ya tenía casi 5 años y él, sentía que la hora de partir de su vida se acercaba lentamente, dejo a medias el manuscrito que estaba leyendo y se puso a escribir cartas de despedida, en total hizo tres. Una iba dirigida a su madre y hermanos, mientras que las otras dos, eran para su esposa e hija, esta última le costó un poco de trabajo, pues no sabía cómo dirigir una carta de despedida para una niña, terminando de escribirla, consultó su reloj para ver cuando faltaba para ir por su hija y escondió las cartas en su escritorio, en un cajón bajo llave donde guardaba celosamente los manuscritos que le llegaban.

Después se dispuso a salir de la casa a recoger a su hija, cuando llegó al colegio, Luna salió de su salón muy callada, algo no muy común en ella, el camino a casa fue igualmente sometido por el silencio, -ella suele decirme como estuvo su día- pensaba Carlos. Al llegar a casa, su papá le preparó una taza de chocolate caliente mientras la dulce niña estaba balanceando sus piernas en la mesa del comedor, cuando su padre terminó de servirle su chocolate, fueron a la sala y se sentaron en el taburete del piano, su padre le tocaba algunas notas mientras ella tomaba de su taza, él la notaba muy rara -¿Qué pasa mi niña, algo te sucedió en el colegio?- le dijo gentilmente. La dulce niña se quedó pensando un rato y le contó a su padre algo que le atormentaba.

-Papi, hoy le conté a una amiga que quería ser pianista y lectora, como tú y me dijo que debía ser algo diferente, que tengo que sobresalir a toda costa y aplastar a todos los que se opongan en lograr mis objetivos, ¿no tengo que hacerlo, verdad?

Su padre la miró con gran ternura, dejó de tocar las notas altas y despeinó un poco su cabello- Mi niña, tú vas a hacer lo que tú quieras, no le hagas caso a la gente, solo habla por hablar, pero tú solo debes valorar y tomar en cuenta tus propias opiniones.

-¡Ay papi! Te quiero muchísimo, nadie me quiere como tú ¿no me vas a dejar de querer jamás, verdad? – dijo angelicalmente

-¡mi vida! ¿Cómo preguntas eso? Yo hasta en la otra vida te amaré- replicó abrazando fuertemente a su hija.

Enseguida de eso, fue a su escritorio, tomó la carta que iba dirigida a su hija, le dio un par de leídas y la quemó, precipitándose a redactar otra, le había parecido que la primera era demasiado fuerte, la guardó junto con las demás, echando llave nuevamente al cajón y fue a leerle a la pequeña.

The secret of my life.Where stories live. Discover now