No te saldrás con la tuya

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Denis se tocó la frente, miró a los dos lados y confirmó que se encontraba en su habitación.

Con sumo cuidado se levantó y, perdiendo el equilibrio, intentó bajar hasta el comedor.

En el lujoso comedor no encontró a nadie; ni si quiera a su querida novia.

Aynara decidió marcharse segundos después de acostarse con Ney. Le aburría estar ahí sabiendo que probablemente Denis no despertaría a tiempo.

En cuanto al encontronazo que tuvieron las dos rivales, solo quedó en un susto. Nay seguía pensando que Aynara tramaba algo y, aunque nadie la creyera, tenía razón.

Viendo la hora que era, Denis se fue a cambiar para irse a entrenar. Una vez listo, se montó en su coche y puso rumbo a la Ciudad Deportiva.

En un semáforo, un coche hizo sonar la pita. Denis miró curioso la escena.

—¿Sabes donde está la farmacia más cercana? —interrogó un hombre.

Sergi, su compañero de equipo que casualmente se encontraba ahí, le contestó:

—Un par de manzanas a la derecha y la encontrarás.

El hombre que lo preguntó avanzó un poco, hasta quedarse a la altura de Denis.

—¡Hola! —exclamó bajando la ventanilla—. ¿Le gustaría comprar un disco de Coldplay?

A Denis le gustaba la banda inglesa, pero no se fía de un hombre que le vendía un disco mediante una ventanilla.

—No, gracias.

Arrancó el coche de inmediato e intentó alejarse de aquel misterioso automóvil.

—¡Te dije que no fueras tan directo! —refunfuñó el copiloto.

—Lo siento, jefe. Es mi primera misión, tampoco me pidas tanto.

—En mi primera misión ya había matado a un menor —sentenció el más mayor de todos—. Arranque.

Solo era una amenaza más para Denis, la cual había acabado en desastre, pero tampoco tendría mucho mérito si el disco hubiera explotado, ya que solo contenía humo y era para que el joven iniciara su carrera bajo el mando del señor Luna.

En la otra punta del país, en Madrid, los dos equipos más conocidos de la capital comenzaban su entrenamiento matutino, mientras que uno de sus presidentes pensaba su movimiento.

—¿Por qué nos hemos metido en este gran barullo? ¿Acaso somos culpables? —interrogó su más fiel secretario.

—Cállese —pidió Florentino. Aunque más que una petición, pareció una orden—. Me ha dicho que Antoine, Paulo, Morata, Saúl, Yannick y Sandro están involucrados —Florentino esperó la respuesta del secretario—. ¿Verdad?

—Sí, señor. Más los de Barcelona.

—Los catalanes no me importan —habló con desprecio.

Pérez conocía las jugadas del señor Luna; sabía como se jugaba una partida de verdad. Sin embargo, solo pueden jugar dos personas, y esas eran Luna y Nairylein.

—La pobre e indefensa Nay —murmuró—. Quiero que contacte con ella. Quiero mover yo los hilos de esta operación y no una simple principiante que ni siquiera sabe usar un arma.

Tocaron la puerta del despacho. Lentamente la puerta de madera se abrió, dejando ver la pálida cara del entrenador francés.

—Ya voy a empezar con el entrenamiento. Están todos los periodistas abajo esperando a que aparezcas.

Falsas Ilusiones |Denis Suárez| Where stories live. Discover now