Verdades ocultas

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A veces se sospechaba de Aynara y a veces de Nairylein. Denis notaba la inseguridad en su entorno familiar y obviamente empezó a sospechar. Pero quién era él para pensar mal de nadie, si su lema principal era conocer y luego juzgar.

—¿Te encuentras bien? —interrogó Denis cogiendo la toalla y envolviéndose en ella.

—¿Por qué no lo iba a estar? —contraatacó Aynara. La isleña se quitó las gafas de sol y se sentó en la toalla, para tener una vista más clara.

—No lo se —susurró—. Llevamos un año saliendo y te noto extraña.

Aynara se hizo una cola alta mientras que Denis se acostaba en la toalla para coger un poco de color.

—Pues no se porque piensas eso. Estoy muy bien ahora mismo.

—Habrán sido cosas mías... Perdón amor.

Denis cogió la mano de la chica y la acarició por varios segundos.

Suárez tenía verdad, ¡claro que tenía verdad! Compartir un año de tu vida —pudiendo ser el último— con una persona a la que le has entregado todo y la otra te lo ha devuelto, sabes si está mintiendo o no.

Pero claro, no hay que descartar la carrera y título de una de las personas. Todo es y será una máscara.

Aynara roció la espalda musculosa de Denis con protector solar.

—Espera —ordenó el gallego—. ¿Vamos a bañarnos?

A Aynara no le gustaba la playa, ni la arena entre los pies ni el agua congelada del Mediterráneo. Que ironía; Aynara había crecido rodeada de mar, pero la vena playera no la heredó.

—Yo... Denis, estoy con la... —se vio interrumpida por su novio al ser elevada del suelo.

Denis corrió con ella en brazos para después hacer amagos para tirarla al agua.

—¡Uy que te caes! —reía Denis.

En un brusco movimiento, el gallego tiró a la canaria al mar. Ella salió a la superficie y se limpió los ojos. Salpicó a Denis varias veces hasta que se encontró lo bastante mojado.

Denis se acercó buceando a Aynara y le agarró del muslo, para más tarde levantarla y que ella enganchara sus piernas a la cadera de él.

—Tengo frío —se quejó Aynara, muy cerca del rostro de Denis—. Bájame.

—Tengo que pedirte algo —murmuró sobre los labios de Aynara. Cerró los ojos y hasta llegó a notar los latidos de su novia—. ¿Te gustaría venir conmigo a París?

Eso heló a Aynara y su respiración fue yendo cada vez más rápido.

—¿A vivir?

—No, claro que no. Es solo a pasar las vacaciones de Navidad.

Aynara por primera vez en un año y pocos meses, no sabía que contestar. Pese a que pareciese una respuesta muy obvia y sospechando el final, debería hablarlo todo con quien de verdad era la persona indicada.

—Claro que iré —respondió al final.

—¡Genial! —exclamó Denis. Besó los labios de Aynara lenta y cariñosamente.






Apunto de irse de la playa barcelonesa, divisaron a Nay junto a Marc Bartra; el chico que ella misma les había comunicado de su casamiento.

Eso destrozó el corazón de Denis. Pensar en cuán rápido ella lo había olvidado, le hacía pensar que nadie lo había tomado en cuenta. Solo rompieron por falta de tiempo, pero ese tiempo que ellos dos necesitaban, no le hacía falta en su relación con Marc.

El anillo de plata, con un pequeño diamente en medio de éste, hizo que Nairylein dijera que sí en seguida.

Todo había empezado con dos reinas, una ya desde el principio de la partida, y la otra poco a poco fue superando peones, alfiles, caballos y torres, hasta llegar a su puesto. Ahora Luna y Florentino levantaron el tablero donde hacían la función de espectadores, derrumbándolo y destrozándolo todo; peones y alfiles desperdigados por cualquier lugar, caballos y torres en diferentes puntos del país y reinas cada una haciendo su trabajo. O, al menos, una de ellas.

Aynara se preguntaba que había sido de las tan famosas contrincantes de ellas: Isidora, Victoria, Paula, Diana, Alexia, Gemma, Jhuliana, Sofía, Alejandra y Carolina. Todas ellas formaban el ejército de Nairylein, pero ninguna se volvió a comprometer a jugar sucio, llegando a dejar inconsciente al engañado.

Ya cada una tenía su vida: Sofía dio luz a una preciosa niña llamada Tania, que heredó los ojos del padre y la sonrisa de la madre. Isidora esperaba la gran boda junto el futbolista catalán. Gemma había conseguido graduarse en la Universidad Complutense de Madrid, consiguiendo así la carrera que tanto ansiaba: criminología. Su primer trabajo no tardaría en llegar.

¿Qué iban a hacer unas niñas que no sabían ni matar, ni luchar, ni protegerse de un asesino?

Pero... ¿Y las que sí?

¿Quién dijo que el tablero de Aynara era el más débil, el más patético y una falta completa de tiempo?

Si pensaste así, déjame decirte que te equivocaste, y demasiado.

Leila estudió arte dramático junto a ella, y desde luego pilló lo que Aynara tenía entre planes. Obviamente no dijo que su objetivo claro era matar al gallego, pero tener otra actriz en el equipo no venía nada mal.

Y Noelia, hija de militares, sabía bastante bien a que se enfrentaba. Solo seguía las órdenes que de vez en cuando Aynara le mandaba —porque claramente la operación se encontraba en pausa— y tampoco sabía nada de su plan. Aynara siempre dijo que jugar con Noelia era un punto a favor, pero jugar en contra de ella y que sepa todos tus movimientos, podría meterte en un grave apuro. Si ya era sorprendente ver a gente con metralletas en la puerta de tu casa, aún peor sería encontrarte con militares.

Y bueno, los jugadores... No sabían ni disparar, ni actuar, pero sabían finjir y provocar; sobretodo Gerard Piqué.

Este gran equipo también estaba esparcido por España e incluso por Europa. Sin embargo, estaban todos al tanto de lo que hacía Aynara, y Aynara de lo que hacía ellos.

Esto se había convertido en la pelea de Florentino y Luna. El señor Luna siempre quiso la cabeza del gallego, pero Florentino dio un puñetazo al tablero, haciendo que todo se descolocara y pocos se quedasen en pie. Ahora nadie sabía donde iba y mucha gente se olvidó de lo importante: salir con vida.

—Amor —susurró Denis, cuando Aynara salió de la ducha—. También nos acompañaran varias personas.

—¿Quiénes? —se interesó Aynara. Se soltó el cabello y dobló la toalla blanca que anteriormente había usado.

—Aún no estoy muy seguro... Pero Marc se ofreció a venir.

En los labios de Aynara se formó una O.

—¿Marc Bartra?

—Marc Bartra. El mismo.

Resopló. Eso seguramente haría que Nay también visitara la ciudad francesa.

—No le puedo decir que no —aclaró Denis. No quería que pensase él lo había invitado, y mucho menos a Nay—. Es mi amigo —se acercó a ella y besó su mejilla—. Si Nairylein te molesta, solo dímelo.

—Espero que no haga nada, por su propio bien —respondió en un tono de voz inaduible.

—Ya verás que todo saldrá bien. Ahora ven, aún queda un poco de tiempo para irnos a París.

—Que ganas tengo —sonrió Aynara, saltando por encima del sillón para caer a la altura de Denis—. ¿Qué haremos?

—¡Pues muchas cosas! Es una sorpresa.

Aynara le dio un ligero codazo y aceptó la decisión de Denis.

Ella no tenía que disfrutar; era él el que tenía que aprovechar el día a día. Era él quien tenía los días contados.

Falsas Ilusiones |Denis Suárez| Where stories live. Discover now