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Mi amigo Gerard tenía una banda.

Generalmente hacían pequeñas presentaciones en bares los fines de semana, y ese sábado no fue la excepción. Habían pasado quince días desde aquel festival que me dejó en cama por varias horas, y Gerard se había reconciliado con su novio, que también era guitarrista en su banda.

Yo siempre los iba a ver, casi nadie les prestaba atención cuando tocaban sus canciones que de por sí ya eran lúgubres. Gerard tenía una voz desgarrada que me hacía querer gritar y romper mi piano en mil pedazos, pero en cierto modo me gustaba su pasión, sus ganas de saltar de aquí para allá, su rostro cuando alguien del público prestaba atención.

Ese sábado no fue la excepción, obviamente me senté en la mesa más cercana y observe el show con una pequeña sonrisa en el rostro. Era divertido ver a mis amigos haciendo lo que amaban, algo que en ese momento de mi vida no me pasaba. En lo absoluto.

Me sorprendí mucho cuando vi que había personas de pie cerca de ellos, moviendo la cabeza con lentitud y sonriendo, disfrutando de las cuerdas corrompidas. De la nada había quince personas bailando al ritmo de la música, eso me puso feliz. Me puse pie tal como ellos y comencé a saltar, en seguida todos me siguieron. Creo que nunca vi a mis amigos tan felices como en ese momento, cuando al fin las personas les prestaban atención.

Giré mi cabeza a la derecha para ver una cabellera rosa desteñida que me parecía conocida. Entre ese pequeño tumulto él también movía su cabeza disfrutando del espectáculo, traía una musculosa blanca que no dejaba nada a la imaginación y unos pantalones negros. Recuerdo que paré en seco pensando en donde lo había visto antes.

"-Y a vos que carajo te importa lo que yo haga, pendejo de mierda." Se vino de repente a mi cabeza. Si, era el bastardo que me había empujado en el festival. Lo recordé por dos simples razones: Su cabello y su cara de orto.

Parecía mucho más relajado que la primera vez que lo vi, quizás se había percatado de que estabamos en un bar y no en un maldito festival. El problema era que había pensado todo esto sin quitarle en ningún momento la mirada de encima.

Con una canción animada de fondo él se volteó, contactando su mirada con la mía de inmediato y yo no supe como reaccionar.

Nos miramos como diez segundos seguidos hasta que él, con su terrible ceño fruncido en señal de confusión, habló.

-¿Se te perdió algo en mi cara? No se, ¿Tu dignidad?- Gritó, porque sino no hubiese sido capazde oírlo con tanto detalle. Tragué grueso y estoy seguro de que me sonroje. Nunca fui una persona que se avergüenza fácilmente, pero cuando te dicen que no tenés dignidad en la cara era algo que iba a ocurrir.

Negué con la cabeza un poco agitado, y miré al frente evitandolo. En eso él me tomó del hombro y me hizo voltear para verlo de nuevo. Admito que en ese momento casi me hago encima de la impresión, era una situación totalmente incómoda y el joven estaba exagerando.

-Ya me di cuenta de lo que sos.- Dijo luego, me di cuenta de que era bastante musculoso y yo con mis bracitos de hormiga no podia hacer mucho. Así que me mantuve con un semblante calmado a pesar de estar mojando mis pantalones. Sus manos eran muy grandes, fue lo primero que noté de él. - Sos una de esas personas que roban aire.

-¿Disculpame?- Fue lo único que me salió de adentro, lo único que pude decir sin sonar como un estúpido niño asustado. El sujeto sonrió con algo parecido a la malicia.

-Le robas el aire a las personas, ¿No entendes?- Me samarreó bastante fuerte y yo no entendía nada. Negué con la cabeza entre confundido y asustado, no tenía ni idea de lo que estaba pasando. ¿Tanto podría enojarse por haberlo mirado?- Alejate de mi, no quiero que personas como vos me miren. O mejor, no quiero que vos me mires.- Me empujó fuerte, y caí de espaldas al suelo ya cuando la gente se estaba disipando. Mis amigos estaban muy felices, sus rostros los delataban. Ya habían terminado de tocar y yo seguía en el suelo, viendo como el joven de cabello rosado se alejaba de mi a grandes pasos, moviendo sus brazos al compás.

Gerard me miró confundido cuando me halló en el suelo, le dije que había tropezado.

Le mentí.

¿Acaso yo robaba aire? Pensé eso por horas, fue algo que me atacó la mente antes de dormir y sólo podía resistirlo escribiendo o descargando en mi libreta con garabatos sueltos.

Lo llegué a interpretar como un insulto, el clásico "Le robas el aire a las personas que lo merecen con tu miserable existencia". Pero yo tenía ni idea de lo que significaba.

Ahora, después de tantos años, lo entiendo. Pero para ello tenía que crecer.

• air catcher • [joshler]Where stories live. Discover now