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Apartó la azucarera con el sonido de la lluvia golpeando contra la vidriera y la sonrisa ladeada que se acentuó en sus labios al final de una cita. Entonces sintió que podía volver a respirar.

Un eventual relámpago se conjugó con las luces de un auto al atravesar la carretera, transformando el cielo con tonos violáceos y centelleantes, iluminando el interior de la cafetería un poco mejor. El estallido distante de un trueno se dejó escuchar a los pocos segundos, ahogado en el murmullo de conversaciones bajas y tazas contra platitos de loza.

Él la miraba, sus ojos se encontraron cuando levantó la vista. Una risa leve brotó de su boca y apoyó los codos en la mesa, inclinándose un poco más hacia ella.

—¿Apuestas eso? - inquirió.

—Te diría que no, pero te estaría mintiendo.

—Entonces, realmente estás segura de que no llegó a sentirse desesperadamente atraído...

Ella asintió, casi con inocencia, frunciendo un poco el ceño ante la ironía que aquella voz había expresado. Él no dijo nada por un momento. Sus ojos verdes la interceptaron en el comienzo de la duda y la sostuvieron, hasta que la sonrisa se ensanchó en su rostro y volvió a hacerse hacia atrás contra el respaldo del apartado.

—Dios mío, pero si podrías haber salido de un cuento... —comentó al aire, como si lo hiciera de manera retórica.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó la muchacha, con la incredulidad en un rastro de risa.

Él pareció pasar por alto esa pregunta. En su lugar, dijo:

—Hay cosas que un hombre jamás admitiría, pero que ni siquiera puede ocultar.

—¿Y eso sería...?

—Cuando una mujer lo tiene de rodillas, al borde de la cordura.

Aquella respuesta la dejó estupefacta. Sus ojos se abrieron con sorpresa, deteniendo su pequeño tic de friccionar la servilleta de papel entre sus dedos. Pero al cabo de un segundo, un suspiro se abrió paso entre sus labios y se perdió en el ambiente cálido.

—De verdad me gustaría creer eso.

—¿Qué te lo impide?

—Quiero decir, podría creerlo, en algún punto llegué a creerlo, el que él se sintiera de esa forma por mí, pero esa idea solo se extinguió.

—Que un hombre no sepa expresarlo adecuadamente, no significa que no lo sienta.

—Oh, no niego eso. Pero supongo que todo pierde sentido cuando te ves ante la silenciosa propuesta de una poligamia.

Él arqueó una ceja.

—¿A qué te refieres?

—A que descubrí que no era solo a mí a quien él quería.

Un silencio, por primera vez. Él pareció contrariado, sin saber muy bien qué decir. Ella esbozó su mejor sonrisa, tratando de que no se viera tan melancólica como la sentía, y chasqueó la lengua.

—De todas formas, está bien. Creo que no estaba destinado a ser. Nunca lo estuvo, en realidad. Pero fue bueno... sentir eso, al menos por un momento.

Willem sonrió de lado.

—Podrías volver loco a cualquiera— le aseguró.

El calor subió hasta sus mejillas, coloreándolas y haciéndole desviar la mirada de aquella conformada por ojos que parecían contener una seguridad profunda.

—Gracias, pero no creo que sea así.

—¿Lo dudas? —dijo, entornando las cejas, de nuevo con aquella chispa de ironía de voz semi-ronca de bajo timbre.

Diana adoraba la manera en la que podía ponerla en jaque por momentos, con el aliento sigiloso entre sus pulmones como único mecanismo en funcionamiento, con labios entreabiertos y estupefacción genuina.

Era la manera en la que decía las cosas, como si se tratara de algo obvio, inevitable, palpable e indiscutible, una verdad evidente y dulce, que parecía saborear junto a las últimas gotas de su café.

Y sin que pudiera articular un "sí, lo dudo completamente", en lo que se asemejó a un instante de duración eterna, él se giró hacia la barra y levantó la mano, pidiendo la cuenta.

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"El medio de una aventura, qué perfecto lugar para empezar"505, Arctic Monkeys.

Gracias por llegar hasta aquí :) ♥ Me gustaría actualizar con frecuencia, así que cualquier sugerencia, ¡pueden dejarla en los comentarios! Un abrazo fuerte♥.

EpifaníaWhere stories live. Discover now