III

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Sintió el aire zumbando a través de las ventanillas, el olor fresco colándose en el interior del vehículo los envolvió en su amena charla. Un débil sol comenzaba a hacerse paso entre las nubes espesas, cargadas de tormenta contenida de fondo grisáceo, formando espacios turquesas, lagunas brillantes, ante alguna clase de melancolía que comenzaba a desvanecerse, extinguirse en los destellos del sol.

Extendió la palma, a centímetros del parabrisas y contempló la luz pasar a través de ella, entre sus dedos, posarse sobre su camiseta, la luminosidad enrojeciendo su piel, como si pudiera ver su carne, sus sistemas funcionando. Vida.

Había estado sintiendo el dolor en su pecho durante algún tiempo, oprimiéndola, desgastándola,acabando con todo aliento. Se había sentido de esa forma en la que ni siquiera puedes explicar realmente, como si nada de lo que te rodea importara lo suficiente, como si no fueras capaz de sentir nada más que angustia muy en lo profundo, en el espacio de tu pecho. Había estado herida, rota. Hasta que una tarde, decidió que ya no quería estarlo más. 

Sintió que podía verse a sí misma, viviendo el momento de nuevo con los ojos cerrados.

De rodillas en la habitación, con la ventana abierta. Una bandada de pájaros había atravesado el cielo, en una formación semejante a la punta de una flecha. Sólo había habido silencio, de lágrimas contenidas, mirando hacia arriba. De nuevo, después de mucho, miró hacia arriba. 

Entonces, se lo pidió, con palabras simples, porque no estaba segura de cómo, porque no podía recordar la última vez que lo había hecho.

En ese silencio, le pidió a Dios que la ayudara, que arrancara el dolor de su corazón. Le dijo que había estado sufriendo por algunas cosas, que esperaba que pudiera atender a su súplica alguna vez, que intercediera por ella, con todo su poder. Le dijo que lamentaba no haberse acercado antes, que lamentaba todo lo que alguna vez hubiera hecho. 

Las aves sonaron en lo lejano, con el crepúsculo flotando a su alrededor, oscureciendo las sombras proyectadas de los muebles, y que no pudo ver, a causa de sus ojos cerrados.

Se detuvo por unos segundos, incapaz de continuar, de tragar el llanto. Algo se comprimió en su pecho, y contuvo un aliento tembloroso, con el aire anudado en su garganta.

La debilidad se apoderó de sus hombros y creyó que no sería capaz de mantenerlo por más tiempo, todo el peso que tenía encima, que sentía adentro. Lo supo, no podía continuar sola, no podía sanarse sola. Tomó aire, y lo dijo en un susurro:

<< Ayúdame, por favor. No puedo más. Ayúdame, Señor, por favor >>

Sus lágrimas se deslizaron por su piel, cayeron hasta el suelo. Los mosaicos resplandecieron con las últimas luces. 

Dejó escapar su respiración, lentamente, en la quietud. Y se dejó ir. Por primera vez en mucho tiempo, se desprendió de sí misma, y fue como si alguien la sujetara, aplacando su pena, conteniendo su corazón. Expuso la angustia y la dejó allí, tendida frente a ella, en el Calvario.

Y se sintió mejor de alguna manera en ese punto, incluso sin haber oído, sin haber visto. Se sintió mejor. Lo estuvo, por fin, otra vez.

Volvió de su letargo, y miró a Willem. Su perfil estaba iluminado, el corte de su mandíbula y la línea de su nariz. Él la miró de reojo, y sonrió apenas.

— Por un momento pensé que te habías dormido – le dijo.

Diana negó con la cabeza, con sus ojos puestos en sus rodillas.

—No – respondió – Creo que me perdí en mis pensamientos.

Él se vio divertido.

—¿Y te encontraste? –

Ella rió cortamente, con una risa aún lejana.

—Eso creo –

Surgió un pequeño silencio. Willem pareció dubitativo por un segundo.

—¿Estás bien? –

La pregunta los tomó desprevenidos a ambos, sutilmente, como si tampoco él hubiera planeado realmente decirlo.

La muchacha miró de nuevo justo al frente, hacia los destellos del sol. Parpadeó, el calor fue como un abrazo, como ese abrazo que sintió aquella tarde, deslizándose hasta la punta de sus pies. Suspiró, pero sin tristeza, y una sonrisa se formó en su rostro.

—Sí —dijo— Estoy bien.

Porque, finalmente, se sentiría bien. Ya era tiempo de sentirse bien. 

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"Porque solo yo sé los planes que tengo para ustedes, dice el Señor, planes de prosperidad y no de desgracia, pues les daré un porvenir lleno de esperanza.

Entonces, cuando me invoquen y supliquen, yo los atenderé; cuando me busquen, me hallarán. Si me buscan de todo corazón, yo me dejaré hallar por ustedes, dice el Señor, y cambiaré su suerte." — Jeremías 29:11 ♥

"Si estás roto, no tienes por qué permanecer roto." — Selena Gomez

Gracias por llegar hasta aquí :) 

EpifaníaWhere stories live. Discover now